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Estudios bíblicos

Pedir, buscar y llamar

Con la excepción de quienes se encuentran en lamentables condiciones de mendicidad en las cuales la misma dignidad humana se ve con frecuencia muy lastimada y mermada, al punto de dejar de lado de lleno cualquier escrúpulo al respecto; pedir es considerado por muchos como una señal de debilidad que deja expuesta nuestra vulnerabilidad y nuestros en muchos casos patéticos intentos por mantener las fachadas e imágenes de autosuficiencia que queremos proyectar. Pero esta es una percepción equivocada que no nos permite captar que, en realidad, nuestra incapacidad para pedir es un signo claro de orgullo injustificado. Asko Sirkiä se refirió a esto al llamar nuestra atención al hecho de que: “Los niños… Nacen con el don de saber que, pidiendo persistentemente, pueden vencer toda resistencia de los padres y conseguir lo que quieren…”, añadiendo luego en tono lastimero: “La mayoría de los adultos hemos perdido la capacidad de pedir. Por lo general acudimos a los demás sólo en momentos de angustia o cuando no podemos afrontar una situación sin ayuda”. En virtud de esto, el Señor Jesucristo ilustró la buena disposición del Padre celestial para con los creyentes haciendo referencia a la habitual buena disposición de los padres humanos hacia sus hijos que, de manera natural, espontánea y desenfadada, hacen peticiones a sus padres, admitiendo así su necesidad y dependencia de ellos: “»¿Quién de ustedes, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide un pescado, le da una serpiente? Pues si ustedes, aun siendo malos, saben dar cosas buenas a sus hijos, ¡cuánto más su Padre que está en el cielo dará cosas buenas a los que le pidan!” (Mateo 7:9-11).

En este mismo contexto el Señor animó a sus oyentes a “pedir, buscar y llamar”: “»Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá…”, con la promesa para el que así lo haga de que: “… todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre” (Mateo 7:7-8), enfocando con cada una de estas acciones a los siguientes hechos establecidos en el evangelio: En primer lugar, con el verbo buscar se nos recuerda la posibilidad real de que los buscadores persistentes y sinceros puedan hallar a Dios y encontrar respuesta favorable a este anhelo: “¡Ah, si supiera yo dónde encontrar a Dios!¡Si pudiera llegar adonde él habita!… Pero ¿dónde se halla la sabiduría? ¿Dónde habita la inteligencia?” (Job 23:3, 28:12); con estas tranquilizadoras garantías al respecto de parte de Dios: “A los que me aman, les correspondo; a los que me buscan, me doy a conocer…  En verdad, quien me encuentra halla la vida y recibe el favor del Señor” (Proverbios 8:17, 35); pero también estas advertencias y promesas que las acompañan: “Busquen al Señor mientras se deje encontrar, llámenlo mientras esté cercano” (Isaías 55:6); “Me buscarán y me encontrarán cuando me busquen de todo corazón. Me dejaré encontrar ─afirma el Señor─…” (Jeremías 29:13-14); siendo éste el punto culminante de esta búsqueda: “Andrés encontró primero a su hermano Simón, y le dijo: ─Hemos encontrado al Mesías (es decir, el Cristo)… Felipe buscó a Natanael y le dijo: ─Hemos encontrado a Jesús de Nazaret, el hijo de José, aquel de quien escribió Moisés en la ley, y de quien escribieron los profetas” (Juan 1:41, 45), haciendo la aclaración de que quien anda perdido no es Dios sino nosotros: “Entonces los israelitas le dijeron a Moisés: «¡Estamos perdidos, totalmente perdidos! ¡Vamos a morir!” (Números 17:12); “Vagaban perdidos por parajes desiertos, sin dar con el camino a una ciudad habitable” (Salmo 107:4); “Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino…” (Isaías 53:6); “Porque este hijo mío estaba muerto, pero ahora ha vuelto a la vida; se había perdido, pero ya lo hemos encontrado…” (Lucas 15:24).

En segundo lugar, la exhortación a llamar hace referencia a la posibilidad de disfrutar de acceso inmediato, ─sin antesalas de ninguna especie y en los mejores términos─, a la presencia de Dios en virtud de los méritos de Cristo a nuestro favor: “También por medio de él, y mediante la fe, tenemos acceso a esta gracia en la cual nos mantenemos firmes. Así que nos regocijamos en la esperanza de alcanzar la gloria de Dios” (Romanos 5:2); “En él, mediante la fe, disfrutamos de libertad y confianza para acercarnos a Dios” (Efesios 3:12); “Así que acerquémonos confiadamente al trono de la gracia para recibir misericordia y hallar la gracia que nos ayude en el momento que más la necesitemos… Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo, por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, es decir, a través de su cuerpo; y tenemos además un gran sacerdote al frente de la familia de Dios. Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable y exteriormente lavados con agua pura” (Hebreos 4:16; 10:19-22); para terminar con la petición en sí misma (pedir), que es la instancia final a la cual acudimos para que Dios supla nuestras necesidades, siempre bajo ciertos parámetros revelados también en las Escrituras y que deben ser tenidos en cuenta por el peticionario para que la petición sea respondida a satisfacción: “Desean algo y no lo consiguen. Matan y sienten envidia, y no pueden obtener lo que quieren. Riñen y se hacen la guerra. No tienen, porque no piden. Y, cuando piden, no reciben porque piden con malas intenciones, para satisfacer sus propias pasiones” (Santiago 4:2-3); “y recibimos todo lo que le pedimos porque obedecemos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada… Esta es la confianza que tenemos al acercarnos a Dios: que, si pedimos conforme a su voluntad, él nos oye. Y, si sabemos que Dios oye todas nuestras oraciones, podemos estar seguros de que ya tenemos lo que le hemos pedido” (1 Juan 3:22; 5:14-15); “Así mismo, en nuestra debilidad el Espíritu acude a ayudarnos. No sabemos qué pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos que no pueden expresarse con palabras” (Romanos 8:26); “Al que puede hacer muchísimo más que todo lo que podamos imaginarnos o pedir, por el poder que obra eficazmente en nosotros” (Efesios 3:20), resumiendo todo con estas palabras: “Si ustedes creen, recibirán todo lo que pidan en oración.” (Mateo 21:22)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

2 Comentarios

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  • Pastor Arturo buenos días. Puedo conseguir en su página material sobre el libre albedrío? Muchas gracias.
    Lina Fernanda Oviedo.
    Voy a ingresar mis datos en el adjunto.

    • Por supuesto. Sólo hay que navegar por los 224 segmentos publicados y guiarse un poco por los títulos para saber cual consultar relacionado con el libre albedrío. Muchos tocan este tema de un modo u otro, aunque no recuerdo una entrada en particular dedicada con exclusividad a ese tema, pero si recuerdo algo lo informaré por aquí mismo. En algunos artículos también se toca el tema.