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Pecado y culpa

“En verdad no somos culpables a causa de nuestros actos pecaminosos sino que cometemos estos actos a causa de que somos culpables”

A la hora de defender nuestras creencias los cristianos podemos afirmar sin temor a equivocarnos que el pecado es la doctrina más evidente y probada del cristianismo. Basta ver los titulares de los medios de comunicación de modo aleatorio cualquier día para dejarlo establecido sin lugar a dudas, pues su realidad es algo universal y omnipresente dondequiera que exista un individuo o grupo humano cualquiera. Y la doctrina específica y exclusivamente cristiana del “pecado original” es de lejos la mejor explicación a este estado de cosas que afecta a los no creyentes e, incluso y por lo pronto, también a los creyentes al interior de la iglesia. Porque la doctrina del pecado original da satisfactoria cuenta de la universalidad del pecado, es decir de su extensión en mayor o menor grado a lo largo de toda la historia humana y a lo ancho de todo el mundo, hallándose presente en todo lugar en que el ser humano se haya o se encuentre hoy establecido, sin respetar a nadie en el proceso, con la única excepción de nuestro Señor Jesucristo. Y sin entrar en las precisiones, matizaciones y profundidades teológicas que esta doctrina requiere; lo que la doctrina del pecado original significa en síntesis es que no nos convertimos en pecadores por pecar, sino que más bien pecamos porque de un modo u otro somos pecadores desde que nacemos, trayendo incorporada esta herencia e inveterada inclinación a la desobediencia desde la caída en pecado de nuestros primeros padres, puesto que: “Yo sé que soy malo de nacimiento; pecador me concibió mi madre” (Salmo 51:5)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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