La prudencia y la inteligencia en el trato con los demás debe incluir la sabiduría suficiente para no exponerse de manera innecesaria ni hacer infidencias a personas que no se han ganado nuestra confianza, pero la desconfianza gratuita hacia todo y hacia todos no es la manera correcta de hacerlo, dejándose arrastrar en estos casos por las paranoias que han dado lugar en nuestros tiempos a todo tipo de descabelladas teorías de conspiración que dañan la cabeza de las personas y las llevan a comportamientos compulsivos y anormales al respecto, como le sucedió al rey Janún de los amonitas en relación con los mensajeros de buena voluntad enviados por el rey David para expresarle las condolencias por la muerte de su padre: “… Cuando los mensajeros de David llegaron al país de los amonitas, los comandantes de ese pueblo aconsejaron a Janún, su rey: «¿Y acaso cree usted que David ha enviado a estos mensajeros solo para darle el pésame y porque quiere honrar a su padre? ¿No será más bien que los ha enviado a explorar y espiar la ciudad para luego destruirla?». Entonces Janún mandó que apresaran a los mensajeros de David y que les afeitaran media barba y cortaran su ropa por la mitad, dejándolos desnudos de la cintura hacia abajo. Y así los despidió” (2 Samuel 10:2-4). Esta desconfianza paranoica de Janún respecto del rey David y sus mensajeros afrentados y humillados de este modo, desencadenó una guerra entre amonitas e israelitas que hubiera podido evitarse y en la que el paranoico Janún llevó la peor parte
Paranoia y conspiración
"La paranoia que ve conspiraciones y malas intenciones en todo es censurable malicia que desata dinámicas autodestructivas para el paranoico de turno”
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