En el lenguaje poético de los salmos el rey David acude a la siguiente gráfica metáfora en relación con los que buscaban su mal: “Afilan su lengua como espada y lanzan como flechas palabras ponzoñosas. Emboscados, disparan contra el íntegro; le tiran sin temor y sin aviso” (Salmo 64:3-4), comparando así el poder destructivo de las palabras humanas con el de las armas de guerra y recordándonos de paso el conocido proverbio chino que dice: “Hay tres cosas que nunca vuelven atrás: la palabra hablada, la flecha lanzada y la oportunidad perdida”, para indicar cómo, una vez pronunciadas, las palabras destructivas ya producen un daño irreversible que puede ser en ocasiones muy difícil o hasta imposible de reparar. En relación con las ya señaladas e identificadas actividades destructivas de la lengua a saber: la calumnia, la murmuración y el chisme, hay una ilustración que muestra con claridad la naturaleza del daño que pueden ocasionar. Se dice que los irreparables estragos combinados que estas tres actividades pueden causar se asemejan a esparcir todas las plumas de una almohada desde la azotea de un rascacielos, pues luego será imposible volver a recogerlas en su totalidad. Sin embargo, el poder destructivo de las palabras puede volverse, como un bumerang, en contra de quien las pronunció, justificando las palabras del Señor en el evangelio: “… por tus palabras se te declarará inocente y por tus palabras se te condenará»” (Mateo 12:37) y la declaración de David en relación con estos personajes: “Su propia lengua será su ruina…” (Salmo 64:8)
Palabras ponzoñosas como flechas
"El poder de la palabra humana para causar daño es comparable al de armas de guerra tales como la espada y el arco que dispara flechas envenenadas”
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