El capítulo 11 de la epístola a los Hebreos habla de los grandes héroes de la fe, por la cual muchos de ellos: “… conquistaron reinos, hicieron justicia y alcanzaron lo prometido; cerraron bocas de leones, apagaron la furia de las llamas y escaparon del filo de la espada; sacaron fuerzas de flaqueza; se mostraron valientes en la guerra y pusieron en fuga a ejércitos extranjeros. Hubo mujeres que por la resurrección recobraron a sus muertos” en lo que podría alentar en los creyentes de hoy una postura ingenuamente triunfalista alrededor de la fe, pasando por alto que: “… Otros, en cambio, fueron muertos a golpes, pues para alcanzar una mejor resurrección no aceptaron que los pusieran en libertad. Otros sufrieron la prueba de burlas y azotes, e incluso de cadenas y cárceles. Fueron apedreados, aserrados por la mitad, asesinados a filo de espada. Anduvieron fugitivos de aquí para allá, cubiertos de pieles de oveja y de cabra, pasando necesidades, afligidos y maltratados…” (Hebreos 11:32-37). No se trata, sin embargo, de dos diferentes criterios divinos para tratar a su pueblo fiel, sino de una más compleja visión victoriosa de la fe por la que no todos comienzan a recibir aquí lo esperado y prometido, sino algunos, mayormente, después, como sucederá con los mártires de la fe, de quienes se dice finalmente: “… Vi también las almas de los que habían sido decapitados por causa del testimonio de Jesús y por la palabra de Dios. No habían adorado a la bestia ni a su imagen, ni se habían dejado poner su marca en la frente ni en la mano. Volvieron a vivir y reinaron con Cristo mil años” (Apocalipsis 20:4)
Otros, en cambio, fueron muertos
“Ya sea ahora o después, la fe del cristiano fiel triunfará pues al final Dios mismo los reivindicará de su martirio”
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