El profeta Elías vivió en uno de los periodos más convulsionados y oscuros de Israel, durante el reinado del rey Acab y su pagana esposa Jezabel que llevaron la idolatría y todas las prácticas asociadas a ellas a sus peores niveles de degradación. Como tales, ambos se constituyeron en enemigos jurados del profeta, que denunciaba y combatía estas prácticas y anunciaba los juicios divinos sobre ellos, estando dispuestos a matarlo a la menor oportunidad con tal de acallarlo y continuar sin obstáculos con sus políticas idolátricas, arbitrarias e injustas. En medio de todo esto y a pesar de contar con la protección de Dios, el agotado Elías sintió el impulso de huir por su vida luego de su proverbial y apoteósico enfrentamiento victorioso con los profetas de Baal y Aserá en el Monte Carmelo. Pero previamente había tenido que anunciar un periodo de sequía de tres años sobre Israel a causa de los pecados de Acab, luego de lo cual, con ocasión de la hambruna generalizada, recibió la siguiente instrucción de Dios para sustentarlo en medio de ella: “«Sal de aquí hacia el oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, al este del Jordán. Beberás agua del arroyo y yo ordenaré a los cuervos que te den de comer allí». Así que Elías se fue al arroyo de Querit, al este del Jordán, y allí permaneció, conforme a la palabra del Señor. Por la mañana y por la tarde los cuervos le llevaban pan y carne, y bebía agua del arroyo… Porque así dice el Señor, Dios de Israel: ‘No se agotará la harina de la tinaja ni se acabará el aceite del jarro, hasta el día en que el Señor haga llover sobre la tierra’” (1 Reyes 17:3-6, 14)
Ordenaré a los cuervos que te den de comer
“Hay periodos de escasez en que la provisión de Dios puede ser muy frugal y precaria para el creyente, pero al final Él de todos modos nos sustenta”
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