David apelaba a Dios en términos muy particulares que dan la impresión de ser una especie de chantaje. En efecto, David pedía a Dios que guardara su vida, aun en medio de las situaciones más difíciles y hostiles con el argumento de que, si llegara a morir, Dios perdería a uno de sus adoradores y alabadores más consagrados y convencidos, pues: “En la muerte nadie te recuerda; en el sepulcro, ¿quién te alabará?” (Salmo 6:5). Una apelación que su descendiente, el rey Ezequías, precisó todavía más al decir: “El sepulcro nada te agradece; la muerte no te alaba. Los que descienden a la fosa nada esperan de tu fidelidad. Los que viven, y sólo los que viven, son los que te alaban, como hoy te alabo yo…” (Isaías 38:18-19). Pero lejos de ser un chantaje, este tipo de apelación a Dios expresa lo que todo creyente debería estar en condiciones de declarar sin faltar a la verdad. Nuestras vidas son un don recibido de Dios, tanto en el aspecto meramente biológico por el que nuestras anatomías y fisiologías sostienen de manera providencial todas nuestras funciones vitales con toda su riqueza; como en el aspecto espiritual por el que, estando muertos en nuestras transgresiones y pecados, hemos, no obstante, recibido vida con Cristo en virtud de su amor, misericordia y gracia. En vista de esto, nuestras vidas deberían estar consagradas a Dios antes que a cualquier otra cosa en este mundo, haciendo de nuestras oraciones y nuestros actos de adoración y alabanza a Dios la actividad más intensa y esperada del día y el centro y referente para todo el resto de nuestras actividades cotidianas.
Oraciones consagradas
23 marzo, 2021
2 Lectura mínima
“Cuando ores hazlo con la intensidad y entrega del que piensa que tal vez sea la última oportunidad que tenga en vida para hacerlo”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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