El libro de Rut es un estimulante y esperanzador bálsamo en medio del sombrío, caótico y desesperanzador periodo de los jueces. Noemí y su joven nuera, Rut, eran personas del común, afectadas ambas por la tragedia de enviudar y quedar desamparadas, enfrentando circunstancias que amenazaban su subsistencia inmediata. Y es justo en medio de esta adversidad que las prescripciones establecidas por Dios en la Ley a favor de los vulnerables y menos favorecidos adquieren cuerpo y muestran su utilidad, comenzando por la que leemos en Levítico: “»Cuando llegue el tiempo de la cosecha, no sieguen hasta el último rincón del campo ni recojan todas las espigas que queden de la mies. Déjenlas para los pobres y los extranjeros. Yo soy el Señor su Dios»” (Levítico 23:22). A partir de esta prescripción y la apelación a ella por parte de Rut y Noemí, su suerte comenzó a cambiar de manera providencial, pues también las prescripciones legales relativas al llamado go’el o pariente redentor, en este caso Booz, comenzaron a jugar a su favor. En efecto, el libro de Rut ilustra bellamente la utilidad del go’el establecida en la ley. Es así como a través de los acontecimientos que culminaron con el matrimonio entre Booz y Rut, se evoca de manera profética la obra redentora consumada por Cristo a favor de su Iglesia, siendo entonces Booz no sólo un antecesor, sino también un personaje que tipifica en muchos aspectos a Cristo. Y Rut, a su vez, tipifica a la Iglesia como esposa del Señor, elevada y restaurada a esta dignidad únicamente por la misericordia y el soberano amor de Dios.
No recojan todas las espigas
"La preocupación y el cuidado de Dios por los menos favorecidos se traduce en medidas concretas ilustradas de forma inspiradora en el libro de Rut”
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