En el contexto de las democracias de hoy es fácil olvidar la práctica común en la antigüedad por la cual los reyes, al llegar al poder con ocasión de un cambio en la familia gobernante en el trono, para afianzarse en el poder procedían a ejecutar sin ningún cargo de conciencia a todos los familiares que quedaran de la familia depuesta que pudieran más adelante, en nombre de esta familia, hacer alguna legítima reclamación al trono. Esta purga se extendía a veces a los adeptos y colaboradores cercanos del rey anterior. En este sentido lo hecho por Amasías fue inusual cuando sucedió a su padre Joás en el trono, quien había caído asesinado en una conspiración urdida por dos de sus propios ministros: “Los demás acontecimientos del reinado de Joás, y todo lo que hizo, están escritos en el libro de las crónicas de los reyes de Judá. Sus propios ministros conspiraron contra él y lo asesinaron en Bet Miló, camino a Sila” (2 Reyes 12:19-20). Amasías, ya como rey, ajustició a los ministros que habían asesinado a su padre, pero con una salvedad: “Sin embargo, según lo que ordenó el Señor, no mató a los hijos de los asesinos, pues está escrito en el libro de la Ley de Moisés: «No se dará muerte a los padres por la culpa de sus hijos ni se dará muerte a los hijos por la culpa de sus padres. Cada uno morirá por su propio pecado»” (2 Reyes 14:6), una consideración muy significativa en respeto a la ley que no era habitual en su tiempo, pues a los hijos se les consideraba solidarios con sus padres y también se les solía ejecutar en estos casos para evitar, además, futuras venganzas de su parte al llegar a adultos
No mató a los hijos
“Las purgas llevadas a cabo en la antigüedad con ocasión del cambio de una dinastía en el trono siempre fueron rechazadas por Dios en la ley”
Deja tu comentario