“No es para tanto” es una declaración común pronunciada por muchos para bajarle el tono a la gravedad y a la severidad en el castigo aplicado a una determinada mala acción. Si bien es cierto que en el plano de la justicia humana el castigo debe ser proporcional a la gravedad de la acción o de la omisión que se está castigando, desde la óptica de la justicia divina todo pecado o desobediencia es mortal y en consecuencia la sentencia de muerte sobre cualquier pecado es un castigo siempre justo. Pero los seres humanos hemos rebajado la justicia divina al nivel de la justicia humana, trivializando los pecados como si no fueran tan graves ni ameritaran castigos tan severos, dando por sentada la misericordia de Dios, escandalizándonos y rasgándonos las vestiduras, acusando a Dios de arbitrario y cruel cuando decide castigar el pecado con la muerte del transgresor, como sucede con un significativo número de transgresiones penadas con la muerte en la ley mosaica, como por ejemplo quebrantar el día de reposo, practicar la idolatría, blasfemar contra Dios o rebelarse contra la autoridad de los padres: “»Si un hombre tiene un hijo obstinado y rebelde…su padre y su madre lo llevarán a la puerta de la ciudad y lo presentarán ante los ancianos. Y dirán los padres a los ancianos: ‘Este hijo nuestro… No nos obedece.’ Entonces todos los hombres de la ciudad lo apedrearán hasta matarlo. Así extirparás el mal que haya en medio de ti…” (Deuteronomio 21:18-21). Y nuestras protestas en relación con esto no hacen más que poner en mayor evidencia nuestra culpabilidad al respecto.
¿No es para tanto?
26 diciembre, 2020
2 Lectura mínima
“La sociedad moderna ha trivializado de manera culpable faltas que revisten tal gravedad que en justicia merecerían la muerte”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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