Existe una canción del intérprete cristiano Jesús Adrián Romero titulada “Con manos vacías” que dice: “Con manos vacías vengo a ti/No tengo nada que darte/No hay nada de valor en mí/No puedo impresionarte”, expresión poética de devoción y humildad al acudir a Dios, pero que no es en realidad muy acertada cuando la interpretamos de manera literal, si tenemos en cuenta la instrucción dada por Dios a Su pueblo en relación con las fiestas establecidas en Israel: “»Tres veces al año todos tus varones se presentarán ante el Señor tu Dios, en el lugar que él elija, para celebrar las fiestas de los Panes sin levadura, de las Semanas y de las Enramadas. Nadie se presentará ante el Señor con las manos vacías. Cada uno llevará ofrendas, según lo haya bendecido el Señor tu Dios” (Deuteronomio 16:16-17). Más bien, la porción de la canción que encaja con esto, luego de una nueva declaración inicial de humildad que busca combatir acertadamente cualquier actitud pretenciosa o presuntuosa de nuestra parte, es ésta: “Pongo mi vida a tu servicio, Señor/No será mucho pero la entrego hoy/Y si mis manos hoy vacías están/Puedes llenarlas con tu gran poder y amor/Usa mis manos, Señor”. Porque en efecto, aunque Dios no necesite propiamente de nosotros, Él no envía a nadie a este mundo con las manos vacías, como lo da entender el apóstol cuando dice: “Cada uno de ustedes ha recibido algún don de Dios; úsenlo para servir a los demás. Sean fieles administradores de los diferentes dones de Dios” (1 Pedro 4:10 NBV), y al final “… lo que te hemos dado, de ti lo hemos recibido” (1 Crónicas 29:14)
Nadie se presentará con las manos vacías
“La instrucción de no presentarse ante Dios con las manos vacías implica poner a producir lo recibido de Su mano y honrarlo a causa de esto último”
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