Muchos anticristos han surgido ya

La misteriosa y temida figura del anticristo no es, como muchos lo conciben popularmente, un carismático y perverso gobernante de tipo apocalíptico y escatológico y ni siquiera toda la serie de destacadas personificaciones históricas de él, desde el rey Antíoco Epífanes que profanó el templo de Jerusalén mediante el sacrificio de un cerdo, hasta Hitler, pasando por el emperador Nerón, entre los más destacados. El anticristo es, antes que nada, una perversa presencia espiritual que se manifiesta siempre dentro de la misma iglesia que tiende maliciosamente a desdibujar y distorsionar la plenitud divina y humana de la persona de Cristo, sin reconocerlo en toda su dimensión reveladora y liberadora, con nefastas consecuencias para la práctica cristiana. La presencia del anticristo en la iglesia justifica la advertencia del apóstol: “Queridos hijos, ésta es la hora final, y así como ustedes oyeron que el anticristo vendría, muchos son los anticristos que han surgido ya. Por eso nos damos cuenta de que ésta es la hora final. Aunque salieron de entre nosotros, en realidad no eran de los nuestros; si lo hubieran sido, se habrían quedado con nosotros. Su salida sirvió para comprobar que ninguno de ellos era de los nuestros” (1 Juan 2:18-19). Son, justamente, los anticristos que reclamando el rótulo de cristianos, los que terminan dando lugar a los anticristianos que abandonan la iglesia, pues estos últimos no se oponen a Cristo, como lo hacen los primeros, sino que se oponen más bien a los anticristos sectarios y heréticos en la iglesia que, posando de cristianos, pervierten el evangelio y no viven de manera consecuente con él