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El mundo se acaba con sus malos deseos

“El deleite del pecado es intenso pero fugaz y engañoso, el de la fe y la virtud es dosificado pero permanente, veraz y eterno”

Los deleites del pecado son de naturaleza adictiva, es decir que cualquiera que sea la intensidad que alcancen eventualmente, son tan fugaces, efímeros y pasajeros que, además de ir deteriorando cada vez más la calidad de vida de la persona de manera visible y sus buenas relaciones con los demás, siempre la impulsan a pesar de ello a buscar una nueva dosis, mayor si se quiere que la anterior, para tratar de alcanzar de nuevo ese fugaz deleite que se torna cada vez más elusivo e inasible, dando lugar a verdaderos y literales círculos viciosos de los que es muy difícil salir con nuestros propios recursos. Por el contrario, las dinámicas a las que la fe en Dios nos introduce y los rasgos de carácter que ella potencia y la acompañan normalmente no imponen sobre nuestras vidas acciones de tipo compulsivo sino cada vez más libres, conscientes y voluntarias que generan deleites más dosificados y sutiles que, no obstante, crecen continuamente y se consolidan con el tiempo moldeando nuestro carácter para bien. Un carácter que es el que al final conservaremos en el reino de Dios en la Tierra, afianzándolo por toda la eternidad en la semejanza del carácter de Cristo que se manifiesta en el fruto del Espíritu Santo en nosotros, los creyentes. Por eso: “No amen al mundo ni nada de lo que hay en él. Si alguien ama al mundo, no tiene el amor del Padre. Porque nada de lo que hay en el mundo -los malos deseos del cuerpo, la codicia de los ojos y la arrogancia de la vida-  proviene del Padre sino del mundo. El mundo se acaba con sus malos deseos, pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre” (1 Juan 2:15-17)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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