Uno de los ataques sutiles dirigidos contra la Biblia y su credibilidad desde las mismas toldas nominalmente cristianas es el que proviene de la llamada alta crítica en relación con el Pentateuco o los cinco primeros libros de la Biblia: Génesis, Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio. La tradición judeocristiana siempre ha sostenido que Moisés es su autor humano, como se afirma en muchas partes de estos cinco libros. Pero la teología liberal enarboló la alta crítica para decirnos a través de lo que se conoce como la “hipótesis documentaria” que Moisés no tuvo nada que ver en su redacción, sino que estos libros son el producto de cuatro fuentes más recientes y muy posteriores a Moisés, cada una de ellas con una agenda propia e independiente de las otras tres, unidas de manera forzada, artificial y hasta veladamente contradictoria con el resultado final que hoy tenemos en nuestras Biblias. Es claro que un enfoque como éste cuestiona la credibilidad que el Pentateuco y la Biblia en general nos merece, pero en realidad estos cuestionamientos y planteamientos artificiosos nunca han tenido el peso que pretenden y hoy han sido dejados atrás por la mayoría de eruditos que sostienen de nuevo la autoría tradicional de Moisés sobre casi todo el Pentateuco, con la ayuda y el toque final de un editor posterior a él que habría registrado su muerte en el epílogo: “Allí en Moab murió Moisés, siervo del Señor, tal como el Señor se lo había dicho. Y fue sepultado en Moab, en el valle que está frente a Bet Peor, pero hasta la fecha nadie sabe dónde está su sepultura” (Deuteronomio 34:5-6)
Moisés y el Pentateuco
“Es claro que Moisés no escribió todo el Pentateuco de principio a fin, pero eso no significa que no haya sido su inspirado redactor y editor general”
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