Cuando se encontraba bajo la intensa persecución de Saúl que lo buscaba para matarlo, David tuvo que tomar la difícil decisión de refugiarse durante un año y cuatro meses en el territorio de los filisteos, en la ciudad de Gat, bajo la protección del rey Aquis. Si bien así sorteó durante un tiempo la persecución del rey Saúl, esto lo puso ante la disyuntiva de apoyar a los filisteos en contra del propio Israel o seguir apoyando a Israel de manera encubierta a riesgo de perder la protección de Aquis y de que éste se volviera también contra él. David no dudó en seguir apoyando de manera velada y encubierta a Israel, emprendiendo repetidas incursiones armadas contra los pueblos tradicionalmente enemigos de Israel en el sur del territorio de Judá, como lo describe el relato: “David vivió en territorio filisteo un año y cuatro meses. Acostumbraba a salir en campaña con sus hombres para saquear a los guesureos, guirzitas y amalecitas, pueblos que durante mucho tiempo habían habitado la zona que se extiende hacia Sur y hasta el país de Egipto” (1 Samuel 27:7-8), tomando medidas para que Aquis no se enterara de esto, sino que creyera que David estaba atacando a los israelitas en el sur, como él mismo se lo informaba. Esta decisión puede ser controvertida por el hecho de que David optara por tener que mentirle a su protector, pero siempre será moralmente mejor engañar al enemigo que volverse en contra de los propios, traicionándolos, en especial cuando esto conlleva también ponerse en contra del único Dios vivo y verdadero, que debe ser el criterio final para decidir
Mejor engañar al enemigo
"Incluso en sus peores momentos, David tuvo claro con quien estaban sus lealtades y siguió fiel a ellas a pesar de las dificultades que enfrentó”
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