La malicia de la que muchos se jactan ꟷen particular los pueblos latinoamericanos colonizados e influidos por el imperio español y su característica picarescaꟷ no es buena consejera. No sólo debido a que es una actitud censurable y condenable que nos lleva a pensar mal de todo y de todos de manera gratuita y sin que haya fundamento real para hacerlo, emitiendo juicios que no nos corresponden sobre los demás de maneras injustas y prejuiciosas; sino también porque a la sombra de ella es muy fácil perder la paz interior al caer en actitudes paranoicas que ven conspiraciones por todos lados, como sucedió con la equivocada reacción del rey Janún de los amonitas ante los emisarios de buena voluntad enviados por el rey David para honrar la memoria de su recientemente fallecido padre Najás, precisamente a instancias de la malicia de sus consejeros y comandantes: “los comandantes de ese pueblo le aconsejaron: «¿Y acaso cree usted que David ha enviado a estos mensajeros solo para darle el pésame y porque quiere honrar a su padre? ¿No será más bien que han venido a espiar y explorar el país para luego destruirlo?»” (1 Crónicas 19:3). Al dar oído a sus consejos, Janún ocasionó una guerra innecesaria entre Amón e Israel en la que, a la postre, los amonitas fueron devastados por el ejército de David con la consecuente destrucción de su capital, Rabá. Y hoy por hoy, bajo la influencia de las actitudes patológicamente maliciosas y paranoicas florecen todo tipo de descabelladas “teorías de conspiración” que les quitan la paz a sus cultivadores y promotores
Malicia, paranoia y conspiración
“La malicia que sospecha de todo gratuitamente no es buena consejera y atenta contra la paz interior de quienes ven conspiraciones en todas partes”
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