Quienes señalan de falso el testimonio de los apóstoles y de la primera generación de cristianos que afirmaron haber visto con sus ojos, escuchado con sus oídos y tocado con sus manos a Cristo resucitado, no saben de lo que hablan, pues este testimonio no les reportaba ventajas, sino que los convertía en reos de muerte ante las autoridades de la época con sus persecuciones sistemáticas contra los cristianos quienes, por definición, eran quienes afirmaban que Cristo había resucitado y sostenían este testimonio hasta morir. Porque no es propio de la naturaleza humana estar dispuesto a morir por una mentira. Pero si lo es estar dispuesto a morir por la verdad. Sobre todo en personas de integridad moral, como lo eran esta primera generación de cristianos. De haber sido una invención malintencionada organizada por la iglesia primitiva –algo inconsistente con el carácter íntegro que demostraron en muchas ocasiones−, se hubieran retractado de inmediato ante las primeras amenazas contra su vida, reconociendo y confesando su embuste. Pero no lo hicieron, sino que un gran número de ellos fueron mártires con tal de no retractarse de su testimonio a favor de la resurrección y la condición divina de Cristo confirmada con ella. No por nada de los doce apóstoles el único que no murió como mártir –aunque sí padeció persecución−, fue Juan. Y Pablo escribe al final de su vida: “Yo, por mi parte, ya estoy a punto de ser ofrecido como un sacrificio, y el tiempo de mi partida ha llegado” (2 Timoteo 4:6) evocando su inminente ejecución por causa de su fe.
Los mártires cristianos
“Una de las evidencias más fuertes a favor de la resurrección es que los apóstoles estuvieron dispuestos a morir por proclamarla”
Deja tu comentario