Los desiertos son lugares geográficos áridos en los que la provisión es nula o muy escasa y difícil de conseguir por medios naturales. Debido a ello, el desierto adquiere un significado figurado en el lenguaje humano para designar los periodos de escasez y dificultad severa en la vida. Como tal, el desierto es una etapa necesaria en la vida del creyente, ya sea para llegar a la fe o para madurar en ella. Hay lecciones de la vida cristiana que únicamente se aprenden en el desierto, haciendo de él algo ineludible para el creyente en algún momento de su experiencia de fe. Una de las lecciones que se aprenden en el desierto es a confiar cada día en que Dios nos proveerá de lo necesario para el día de modo que podamos entender y descansar en el hecho de que no nos encontramos a la deriva y por nuestra cuenta, sino que Dios tiene siempre cuidado de nosotros. En los desiertos de la vida no podemos acumular para el día siguiente, sino disponer tan solo de la provisión del día, pues de otro modo no aprenderíamos a confiar diariamente en Dios con la convicción de que Él suplirá en el peor de los casos nuestras más apremiantes necesidades del día: “Entonces Moisés les dijo: -Nadie debe guardar nada para el día siguiente. Hubo algunos que no le hicieron caso a Moisés y guardaron algo para el día siguiente, pero lo guardado se llenó de gusanos y comenzó a apestar. Entonces Moisés se enojó contra ellos. Todas las mañanas cada uno recogía la cantidad que necesitaba, porque se derretía en cuanto calentaba el sol” (Éxodo 16:19-21)
Los desiertos de la vida
“Los desiertos de la vida nos enseñan a vencer la incertidumbre diaria mediante la confianza diaria en Dios y en Su provisión”
Dios quiere que vivamos el día a día.Sólo así,entendemos como Dios quiere una provisión fresca y suficiente.
Lamentablemente, siempre vivimos en el futuro y el temor de no tener suficiente para lo que nos aguarda. Así demostramos lo finitos que somos. Somos menos espíritu y más materia.