La gesta griega del rey Leonidas de Esparta y sus 300 valientes guerreros resistiendo en el paso de las Termópilas al enorme ejército persa durante las guerras médicas que enfrentaron a Grecia y Persia, ha sido mitificada y utilizada para exaltar el valor y la buena estrategia de un pequeño ejército bien entrenado y bien motivado por el patriotismo. Pero antes de ellos un ejército de 300 valientes israelitas bajo el mando de Gedeón, uno de los jueces de Israel, había tenido éxito en derrotar a un ejército numéricamente muy superior a ellos. Aunque en este caso, la selección de tan sólo 300 soldados obedeció a consideraciones muy diferentes que en el legendariamente adornado caso de los 300 de Leonidas, pues: “El Señor dijo a Gedeón: «Tienes demasiada gente para que yo entregue a Madián en sus manos. A fin de que Israel no vaya a jactarse contra mí y diga que su propia fortaleza lo ha librado” (Jueces 7:2). Porque en este caso el ejército original de Israel era cien veces mayor, de poco más de 30.000 soldados, pero por instrucción de Dios Gedeón lo seleccionó en dos ocasiones diferentes, despachando en primer lugar a veintidós mil hombres que se sentían intimidados por el enemigo y luego a la casi totalidad de los diez mil restantes, hasta quedarse con solo 300 que, además, obtuvieron la victoria sin siquiera tener que batallar, para demostrar así sin lugar a duda que: “…el Señor salva sin necesidad de espada ni de lanza. La batalla es del Señor…” (1 Samuel 17:47) y dejar establecido también el hecho de que para Dios: “… no es difícil salvarnos, ya sea con muchos o con pocos” (1 Samuel 14:6)
Los 300 de Gedeón
“No fue la valentía de los 300 de Gedeón la que explica la victoria, sino la fidelidad de Dios hacia su pueblo y su celo por el prestigio de Su nombre”
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