Como ya lo vimos en el caso de Débora y Barac, durante la época de los jueces las tribus eran convocadas por el juez de turno para librar las batallas contra los enemigos de Israel que los oprimían y traer así un periodo de alivio, libertad y prosperidad al pueblo antes de su siguiente defección que traía como resultado de nuevo el dominio opresivo de sus enemigos. En su campaña contra los madianitas llevada a cabo con un ejército de solo 300 soldados seleccionados por Dios, Gedeón no tuvo más opción que convocar de manera tardía a algunas tribus como la de Efraín, cuando ya la victoria era un hecho cumplido y solo se requería su ayuda para capturar y ejecutar a los jefes y reyes madianitas que huían. Los celos de la tribu de Efraín por no haber contribuido a la victoria los llevó a protestar y reprocharle con severidad a Gedeón el no haberlos convocado desde el principio, a lo cual Gedeón no se dejó llevar por el acaloramiento para responderles en los mismos términos, sino que respondió diciéndoles: “ꟷ¿Qué hice yo, comparado con lo que hicieron ustedes? ꟷrespondió élꟷ. ¿No vale más lo que sobra de las uvas de Efraín que toda la vendimia de Abiezer? Dios entregó en manos de ustedes a Oreb y a Zeb, los líderes madianitas. Comparado con lo que hicieron ustedes, ¡lo que yo hice no fue nada! Al oír la respuesta de Gedeón, se calmó el resentimiento de ellos contra él” (Jueces 8:2-3), constituyéndose así este hecho en un ejemplo palpable y concreto de lo dicho en Proverbios: “La respuesta amable calma el enojo, pero la agresiva echa leña al fuego” (Proverbios 15:1)
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