Un ejemplo palpable y conmovedor de los aspectos unilaterales de los pactos suscritos por Dios con Su pueblo en general o con alguno de sus miembros en particular ꟷcomo el rey David en este casoꟷ, es el relativo a la promesa de que, independiente del desempeño de todos ellos, nunca le faltaría a David un descendiente en el trono de Israel, pacto que halla su cumplimiento final y definitivo en la persona de Cristo, descendiente directo del rey David, circunstancia que nos puede llevar a olvidar los momentos en que esta promesa estuvo a punto de malograrse, como cuando la reina Atalía, hija de la malvada Jezabel y digna hija de su madre, casada en mala hora con Jorán, rey de Judá e hijo del buen rey Josafat en una asociación en yugo desigual con la familia del malvado rey Acab que manchó el legado de Josafat y casi lleva a la extinción de su descendencia por cuenta de Atalía, de quien se dice que, luego de la muerte de su hijo Ocozías a manos de Jehú, tomó la siguiente sangrienta decisión para usurpar el trono eliminando a cualquier aspirante a él del linaje de David: “Cuando Atalía, madre de Ocozías, vio que su hijo había muerto, tomó medidas para eliminar a toda la familia real. Pero Josaba, que era hija del rey Jorán y hermana de Ocozías, raptó a Joás, hijo de Ocozías, cuando los príncipes estaban a punto de ser asesinados. Metiéndolo en un dormitorio con su nodriza, logró esconderlo de Atalía, de modo que no lo mataron” (2 Reyes 11:1-2), viendo así frustrados sus planes de manera providencial y conservando así la descendencia real de David
Logró esconderlo de Atalía
“Existen promesas unilaterales dadas por Dios a los suyos que se cumplirán aun en los peores momentos y con independencia de nuestro desempeño”
Deja tu comentario