Joás, providencialmente salvado por su tía Josaba de la matanza propiciada por su abuela, la reina Atalía, para eliminar a la descendencia real de David y usurpar el trono para ella, fue criado en el templo en secreto por el sumo sacerdote Joyadá que lo ocultó para evitar que lo mataran hasta poder nombrarlo rey a los 7 años para derrocar y dar al traste con los planes de Atalía, quien fue depuesta y ejecutada. Llegando a ser rey a tan temprana edad, Joás reinó bajo la influencia de su tío político y protector, el sumo sacerdote Joyadá, influencia benéfica de la cual se dice: “Joás hizo lo correcto ante los ojos del Señor durante todo el tiempo que el sacerdote Joyadá lo instruyó” (2 Reyes 12:2) que fue felizmente durante toda la vida de Joyadá, pues: “Mientras el sacerdote Joyadá vivió, Joás hizo lo que agradaba al Señor” (2 Crónicas 24:2). Bien aconsejado por él destruyó el culto a Baal que se había introducido también en Judá de la mano de Atalía en competencia con el culto debido a Dios en el templo de Jerusalén y ordenó la restauración de éste último que se encontraba descuidado y en gran medida abandonado. Sin embargo: “Después de que Joyadá murió, los oficiales de Judá se presentaron ante el rey para rendirle homenaje, y él escuchó sus consejos. Abandonaron el Templo del Señor, Dios de sus antepasados, y adoraron las imágenes de Aserá y de los ídolos. Debido a este pecado, la ira de Dios cayó sobre Judá y Jerusalén” (2 Crónicas 24:17-18), mostrando que la importancia de un buen mentor no solo debe abarcar los buenos consejos sino la formación del carácter
Buenos mentores
“La influencia de un buen mentor puede llegar a ser invaluable preservando nuestras vidas del declive en que caerían en ausencia de esta influencia”
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