El pecado acarrea tanto culpa y condenación como impureza y contaminación. En la cruz Dios trató exitosa y triunfalmente con ambas, pero cada una en su lugar y orden correspondiente. La culpa y la condenación a las que están abocados todos los no creyentes en su condición de pecadores contumaces e irredentos, queda resuelta con la conversión a Cristo por la que el incrédulo vuelve en sí y decide ceder en su presunción de autonomía e indiferencia hacia Dios, colocando con sincera humildad su fe en Cristo y lo hecho por Él a su favor en la cruz, confesando sus pecados, arrepintiéndose de ellos y rindiéndole el gobierno de su vida. Y esto es algo que tiene lugar una vez y para siempre, por lo que la culpa y consecuente condenación nunca más penderán sobre la vida del cristiano a partir de la conversión. Pero la impureza y contaminación no ceden nunca del todo y, dependiendo de nuestro compromiso, devoción y resolución para tratar a diario con ello en reflexiva y honesta oración a Dios y lectura constante de la Biblia; estropean en mayor o menor grado nuestra comunión y afectan para mal nuestra óptima relación con Cristo, que sólo puede ser restaurada a sus mejores términos mediante el examen, arrepentimiento y confesión diarias de nuestros pecados cotidianos, por triviales que parezcan, y la auténtica disposición a tomar medidas para no seguirlos cometiendo. Es por eso que David acudía Dios en estos términos que aluden, en su orden, a estos dos aspectos asociados al pecado: “Purifícame con hisopo, y quedaré limpio; lávame, y quedaré más blanco que la nieve” (Salmo 51:7)
Limpios de culpa, lavados de pecado
28 abril, 2021
2 Lectura mínima
“Con el hisopo Cristo nos aplica su sangre que nos limpia de culpa. Con el agua nos lava a diario de la contaminación del pecado”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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