¿Confirman o cuestionan la cosmovisión cristiana?
El tema de las resucitaciones clínicas y las ECM, sigla que significa “experiencias cercanas a la muerte” viene popularizándose cada vez más a medida que se documentan más y más casos al respecto, y los cristianos no han podido mantenerse al margen al ser cuestionados sobre la interpretación que el cristianismo ofrece de tales experiencias o al cuestionarse ellos mismos sobre la manera en que esto encaja en la visión cristiana de la realidad o la modifica y relativiza en algún sentido. Para quienes no están muy al tanto de este asunto es necesario, entonces, ponerlos en contexto y delimitar el alcance de estas experiencias, pues para los propósitos de esta conferencia, nos concentraremos únicamente en las ECM que involucran la muerte clínica, es decir aquellas situaciones en que hay detención de la actividad cardíaca y de la actividad pulmonar simultáneamente, o en otras palabras, cuando no hay latidos ni respiración.
Hay que distinguir, entonces, entre la muerte clínica y la muerte biológica que ocurre posteriormente ꟷusualmente entre 4 y 15 minutos despuésꟷ que es definitiva, pues ésta ya implica la muerte de las células cerebrales que pueden seguir vivas sólo algunos minutos después de la muerte clínica. Y estas dos también deben distinguirse de la muerte cerebral, que ocurre cuando las células del cerebro han muerto, pero la persona es reanimada y sigue biológicamente viva en un estado vegetativo conectada a aparatos que la mantienen en este estado y sin los cuales experimentaría la muerte biológica y la consecuente descomposición. Al fin y al cabo, desde una perspectiva científica, hoy por hoy la muerte clínica es potencialmente reversible gracias a los avanzados mecanismos y protocolos médicos de reanimación mientras los procesos celulares subyacentes no hayan alcanzado la irreversibilidad biológica debido a la muerte cerebral del individuo.
En conexión con la muerte clínica y en gran medida gracias a los avances de la tecnología médica moderna ꟷentre las que se destacan las técnicas de RCP o resucitación cardiopulmonarꟷ, las resucitaciones clínicas verificadas o llevadas a cabo en pacientes que han experimentado una muerte clínica ꟷsin que exista en ello una intervención claramente sobrenatural y milagrosa como la que tuvo lugar en las ocho resucitaciones documentadas en la Biblia experimentadas por personas biológicamente muertas sin duda alguna, y sin mencionar tampoco la resurrección de Cristo que es única y cualitativamente diferente a cualquier resucitación, milagrosa o noꟷ, son un fenómeno casi exclusivo de nuestros tiempos, y gracias a estos avances vienen incrementándose y documentándose cada vez más y siendo también objeto de un estudio creciente y detallado por parte de los investigadores y científicos en general.
Basado en tres artículos sobre el tema publicados en la revista virtual Evangélico Digital a la que le doy el crédito, podemos identificar a uno de estos investigadores: el pastor y autor cristiano John Burke, cuyos libros Imagina el cielo e Imagina al Dios del cielo recogen sus investigaciones al respecto durante poco más de tres décadas en las que ha estudiado un gran número de experiencias cercanas a la muerte, y que con base en ellas argumenta que las ECM son parte de lo que él llama una “nueva apologética global” de Dios, destinada a afirmar su existencia, la realidad de la otra vida y su deseo de una relación con cada persona. De hecho, las investigaciones sobre este particular ya involucran a muchos profesionales de diferentes disciplinas que han establecido tipologías y definiciones muy precisas, pero no siempre coincidentes, de lo que sería una experiencia cercana a la muerte (ECM), junto con elaborados estudios estadísticos para determinar nociones técnicas tales como la prevalencia y la incidencia de estas experiencias en la población actual con sorprendente detalle. Estas investigaciones han establecido también un dato poco conocido de las ECM, como lo es el hecho de que no todas son experiencias agradables, algo a tener en cuenta debido a que, ciertamente, la mayoría de ellas son experiencias agradables, y son estas últimas las que se vuelven mediáticas y son ampliamente divulgadas, haciendo caso omiso de las primeras.
Sea como fuere, y enfocándose fundamentalmente en las experiencias agradables, las investigaciones han documentado y sistematizado cerca de dieciséis aspectos o fenómenos que caracterizan estas experiencias y que son comunes a la mayoría de ellas. Esas dieciséis características se agrupan, a su vez, en cuatro categorías: el componente cognitivo de la experiencia, el componente afectivo, el componente paranormal y el componente trascendental. Así, durante el tiempo que estas personas han estado clínicamente muertas suelen experimentar, en el plano cognitivo, una aceleración del tiempo o la superposición de eventos que tuvieron lugar de manera sucesiva y no simultánea; a la vez de una velocidad del pensamiento que los faculta para ver transcurrir sus vidas enteras ꟷo los momentos más relevantes de ellasꟷ ante sus ojos en muy poco tiempo junto con una comprensión mucho más clara de la realidad propia como del universo en que nos encontramos.
En el plano afectivo o de los sentimientos y emociones, los testimonios señalan haber visto y haberse sentido rodeados por una luz intensa que a pesar de esto no hiere lo ojos y les brinda una sensación de paz, calma, satisfacción, gozo y armonía y unidad con el universo. En el plano paranormal encontramos unos sentidos aguzados por encima de su capacidad normal, una conciencia de lo que ocurre en otras partes, visiones del futuro y una sensación de separación del cuerpo físico. Y en el plano trascendental hallamos la entrada a un mundo diferente a éste, junto con el encuentro con una fascinante presencia mística, la visión y el encuentro con personas fallecidas y la llegada a un límite o punto de no retorno que a la postre no desean o que no se les permite cruzar. Estos elementos son, además, independientes de la cultura y tienen carácter universal.
La presencia de estos fenómenos en la mayoría de ECM ꟷy en especial en las que involucran la muerte clínicaꟷ y la mayor cantidad de ECM que se documentan y estudian cada día han terminado acallando los cuestionamientos de los escépticos hacia ellas y ya hay prácticamente un consenso entre los investigadores y la comunidad científica sobre la realidad de estas experiencias, por lo menos desde el punto de vista de la realidad de la ocurrencia de todos estos fenómenos en sí mismos y la honestidad de quienes los experimentan y describen, independiente de si su origen, causa o explicación es subjetivo u objetivo. Los escépticos, al no poder seguir negando su ocurrencia, se concentran en cuestionar, entonces, su realidad objetiva, calificándolas de ilusiones, alucinaciones o visiones producidas por las propias personas y no por una realidad externa diferente e independiente de ellas mismas. Así, pues, lo que se debate hoy no es la realidad de su ocurrencia que ya no puede negarse, sino sus causas y su significado e interpretación.
Valga decir que los argumentos de los escépticos en contra de la realidad objetiva de las ECM tienen cada vez menos fuerza y base científica alguna. Recientemente se dio a conocer la noticia de que un grupo de investigadores científicos internacionales que estudian estas experiencias, avalan la realidad de los amplios recuerdos coincidentes y vívidos que conservan muchas de las personas que han experimentado un paro cardíaco, luego de que éste ocurre. Dirigido por el Dr. Sam Parnia, MD, PhD y director de Investigación de Reanimación y Cuidados Críticos en la Facultad de Medicina Grossman de la NYU, el equipo que estudia el fenómeno incluye investigadores con variados antecedentes médicos de la Universidad de Harvard, la Universidad de Baylor, la Universidad de California Riverside, la Universidad de Virginia, Virginia Commonwealth University, Medical College of Wisconsin y las universidades de Southampton y Londres. La noticia dice textualmente que: “Los investigadores publicaron esta primera declaración consensuada que examina la evidencia científica acumulada sobre las ‘experiencias cercanas a la muerte’ y establece pautas para el estudio científico de las mismas. El estudio con sus conclusiones fue publicado en el ‘Annals of The New York Academy of Sciences’”. El equipo certifica que estas personas han relatado “un conjunto único de recuerdos en relación con la muerte que parece universal”.
El estudio confirma cada vez más que las experiencias recordadas en torno a la muerte no coinciden con las características de las alucinaciones, las ilusiones o las experiencias inducidas por drogas psicodélicas, desmintiendo las endebles explicaciones en este sentido por parte de los escépticos. Además, en línea con lo que ya se ha podido establecer al respecto, este estudio sostiene que “la realidad encontrada es que los recuerdos de las ECM siguen una línea narrativa específica común que incluye una percepción de: (a) separación del cuerpo con un sentido de conciencia elevado, incluyendo el reconocimiento de la propia muerte; (b) viajar hacia un destino; (c) una revisión significativa y clara de la propia vida, que implica un análisis crítico de todas las acciones, intenciones y pensamientos realizados hacia los demás; (d) estar en un lugar que se siente como ‘familiar’; y (e) un viaje de regreso a la vida”.
Los escépticos que insisten en burlarse de estas ideas y en cuestionar la realidad objetiva de estas experiencias llamándolas simplemente “alucinaciones” tienen cada vez menos base científica para estos cuestionamientos, pues, por ejemplo: “el profesor de psiquiatría de la Universidad de Virginia, Jim Tucker, autor del libro ‘Regreso a la Vida’ de 2013, dijo a un panel de South by Southwest en Austin, Texas, el mes pasado, que es físicamente imposible que un moribundo tenga fantasías o alucinaciones”. Continúa diciendo al respecto que: “Los críticos a menudo argumentan que los cerebros de las personas moribundas les juegan una mala pasada, creando fantasías o alucinaciones. Pero un evento cercano a la muerte compromete la función cerebral de una persona, mientras que las alucinaciones suelen ser el resultado de una corteza sensorial hiperactiva (la parte del cerebro que recibe e interpreta la información sensorial). Eso dificultaría que una persona moribunda tuviera alucinaciones”.
Sea como fuere, estas experiencias tampoco pueden ser científicamente concluyentes llevándonos a hacer afirmaciones con fuerza de ley en cuanto a su interpretación y significado, constituyéndose en una evidencia acumulativa adicional que apunta, pero no establece de manera indiscutible, la existencia de vida consciente después de la muerte y nada más. Por eso, otro de los investigadores de estas experiencias, el periodista Randall Sullivan, al evaluar sintéticamente todo lo anterior en un artículo titulado En el umbral del túnel publicado en las Selecciones Reader’s Digest, llegaba a la mordaz pero al mismo tiempo muy sugerente conclusión por la que afirmaba que, detrás de estas experiencias: “No me cabe duda de que nos encontramos ante una mente en acción…”, añadiendo enseguida con fino humor: “Y está perversamente empeñada en que nunca podamos demostrar su existencia”
Por eso, a pesar de la mayor recopilación, estudio y clasificación metódica de los testimonios de quienes han experimentado ECM con muerte clínica, la ciencia es incapaz de demostrar o negar la existencia real de ese orden de realidad trascendental descrito por los que lo han experimentado. Es así como, paradójicamente, estamos obteniendo y estudiando cada vez más “señales” de otro mundo, pero al mismo tiempo y a pesar del avance de la ciencia, somos cada vez más impotentes para llegar a conclusiones indiscutibles con fuerza de ley en relación con ese mundo y con quienquiera que se encuentre detrás de él. La única forma de acceso a este mundo sigue siendo, entonces, la fe; la cual exige una decisión de la voluntad para la que la ciencia no puede ni podrá nunca proveer suficiente apoyo al punto de que la fe se llegue a convertir en una decisión absolutamente lógica y racional a la que estemos obligados. El siempre voluntario “salto de la fe” sigue siendo entonces ineludible para acceder a él, tal como lo experimentamos los cristianos.
De todos modos, hoy por hoy es muy difícil seguir negando, ꟷdesde una perspectiva científicaꟷ, que nos encontramos ante una mente en acción, que no sería más que la mente de Dios desde la perspectiva del creyente, pero también es cada vez más claro que nunca podremos demostrar su existencia, no debido a una intención perversa de la mente divina como lo sugiere con humor Randall Sullivan, sino a que Dios no quiere forzar nuestra decisión respetando así la libertad de decisión que nos otorgó, decisión que una vez tomada a favor de Cristo conforme a su revelación en la Biblia y en la historia, nos permite disfrutar del deleite de vivir por fe y no por vista. Así, pues, las ECM y las consecuentes resucitaciones clínicas de hoy pueden, guardadas las proporciones, cumplir nuevamente el papel que cumplió en su momento con algunos la resucitación, ésta sí indiscutiblemente milagrosa, de Lázaro: “Muchos de los judíos… fueron a ver no sólo a Jesús sino también a Lázaro, a quien Jesús había resucitado… por su causa muchos se apartaban de los judíos y creían en Jesús” (Juan 12:9, 11).
Ahora bien, como cristianos no podemos eludir el pronunciarnos sobre las explicaciones y las causas de estas experiencias cada vez más numerosas, universales y en gran medida coincidentes. El ya mencionado John Burke aborda este desafío en sus libros afirmando que, a la luz de su investigación de treinta años sobre estas experiencias, cada individuo que ha pasado por una ECM “independientemente de su origen religioso, experimenta al Dios de la Biblia”, afirmación que no deja de ser controvertida por su exclusivismo en defensa de la veracidad del cristianismo. Sin embargo, Burke se sostiene en esta afirmación apoyado en el hecho de que: “Entrevisté a 70 personas en todos los continentes y descubrí que todos encontraron al mismo Dios; no importaba su cultura, etnia u origen religioso. Dios es el Dios de todas las naciones”. Para ello nos refiere en detalle muchas de las características de estas experiencias tal y como las narran sus protagonistas, considerando casos particulares debidamente seleccionados como representativos, aunque los aspectos que destaca en estos relatos no parecen apuntar tan claramente a la conclusión que deduce de ellos en cuanto a que experimentaron al Dios de la Biblia, pues los detalles son algo ambiguos e imprecisos al respecto y es claro que, aunque la experiencia en sí no lo esté, sus interpretaciones y explicaciones sí están condicionadas por la cultura de la persona, que puede ser el caso del propio Burke, siendo como es una persona occidental y, además de ello, un pastor cristiano.
Sin embargo, Burke defiende su objetividad al respecto señalando que antes de ser cristiano fue un ingeniero agnóstico que buscó respuestas durante una experiencia personal, junto a su padre moribundo en una habitación de hospital. Dice que fue en medio del dolor y del duelo por esta pérdida que encontró las primeras semillas de lo que se convertiría en una investigación de por vida sobre la evidencia de una vida futura y la realidad de Dios. En sus propias palabras: “durante los últimos 35 años, he tenido esta curiosidad insaciable por descubrir ¿qué son estas experiencias cercanas a la muerte y cómo se relacionan con lo que la Biblia ha estado diciendo todo el tiempo?”. Consciente tal vez de que sus conclusiones a favor del Dios de la Biblia con base en su investigación pueden sonar pretenciosas y hasta ofensivas para personas que no proceden de trasfondos culturales cristianos, matiza un poco estas conclusiones aclarando que, si bien cada individuo se encuentra con el Dios de la Biblia durante una ECM, no está sugiriendo que terminará en el cielo. En otras palabras y a pesar de lo que indican los títulos de sus libros, Burke no cree que estas personas estén experimentando una “entrada a la eternidad” o a lo que la Biblia llama la vida eterna, entendida como el resultado de la salvación cristiana, sino que están encontrando “algo intermedio”.
En este punto debemos coincidir con él en que: “Esto puede confundir a algunos cristianos”. En efecto, los cristianos de a pie, muy inclinados a pensar en términos absolutos y un poco simplistas, en blanco y negro, actitud que les evita el esfuerzo de pensar y estudiar la Biblia como deberían, a la par con nuestro deber de tomar en consideración los puntos de vista de quienes piensan diferente a nosotros; pueden encontrar problemáticas las ECM por las siguientes razones: En primer lugar debido al hecho de que si las ECM agradables, ꟷque son la mayoríaꟷ, les suceden a muchas personas que no proceden de un trasfondo cultural cristiano y mucho menos de un trasfondo cristiano confesional ligado claramente a la iglesia; esto parece echar por tierra la creencia en la necesidad previa de una conversión a Cristo para poder disfrutar de una ECM agradable que confirme lo acertado de esta decisión bajo los conceptos rígidos, estrechos y excluyentes de salvación y condenación que dominan los púlpitos de muchas iglesias.
Por eso es mejor pensar en estos episodios, no como experiencias de acceso a la eternidad definitiva, sino como experiencias místicas sobrenaturales propiciadas por Dios que guardan semejanza con las experiencias de conversión que no involucran ECM, y que no obstante suelen ser en muchos casos experiencias críticas, cargadas de elementos emocionales intensos de origen sobrenatural que impresionan y transforman profundamente las conciencias y las maneras de ver las cosas de quienes las experimentan. En este mismo sentido parece pronunciarse Burke cuando, en conexión con las ECM sostiene también: “Pero me gusta recordarles que el apóstol Pablo no era un creyente en Jesús, estaba arrestando a cristianos, encarcelándolos y matándolos cuando el mismo Dios de luz brillante se le apareció en el camino a Damasco”, señalando la experiencia de conversión del apóstol que anticipa y tipifica otras experiencias de conversión similares, guardadas las proporciones, como la de Agustín de Hipona, la de Martín Lutero o la de Blas Pascal, entre otros muchos.
Debido a esto, en lo personal, con base en las ECM solo me parece inobjetable la afirmación de Burke en el sentido de que: “Creo que Dios le está diciendo al mundo: ‘Soy real…”, pero aun compartiendo con él la misma fe en Cristo y mi condición de pastor y consiervo al servicio de Cristo, no puedo seguirlo cuando sostiene que con base en estas mismas ECM podemos concluir con la misma fuerza que: “El cielo es real. El infierno es real” y que Dios nos está diciendo específicamente a través de ellas con la misma claridad anterior que: “… amo a cada persona de cada nación, quiero que seas mi hijo a través de lo que hice a través de Jesús, para que puedas volver tu corazón a mí y estar bien conmigo’”, pues me temo que esta conclusión esta coloreada más de lo que él cree por su fe en Cristo y su condición de pastor, y aunque yo quisiera compartirla con la misma convicción desde el deseo en el marco de mi fe, no puedo compartirla con la misma fuerza y convicción desde mi razón si de ser honesto se trata. De hecho, Burke mismo distinguió y reconoció en su estudio que: “la gente informa de sus interpretaciones personales, influenciadas por sus antecedentes culturales y religiosos”, a los que procura ajustar sus ECM, a pesar de que en muchos casos estos ajustes suenen muy forzados y sin fundamento real.
Por eso el apologista Gary Habermas sostiene al respecto que: “Las experiencias cercanas a la muerte pueden ser valiosas y estar respaldadas por evidencias. Al mismo tiempo, los cristianos deben ser cuidadosos de no aprobar interpretaciones no bíblicas de estas experiencias o pensar que tienen la misma autoridad que las Escrituras para revelar la verdad”. Advertencia necesaria, pues a la luz del número creciente de ECM documentadas puede generarse por parte de algunos cristianos un entusiasmo e interés desmedido en los sucesos de este tipo, encontrando en ellos confirmaciones para revelaciones bíblicas específicas que van más allá de la afirmación general en el sentido de que esta vida no es todo lo que hay, sino que existe una realidad sobrenatural y espiritual que trasciende esta vida natural y material. Y otros cristianos pueden ver con preocupación y reservas infundadas las ECM, pues sospechan y temen que por cuenta de todo esto el cristianismo se vea comprometido en sus demandas de exclusividad, quedando reducido a ser una religión más dentro de la amplia gama de religiones en boga, reforzando las posturas universalistas que afirman que al final, al margen de Cristo e incluso al margen de las religiones, todos los seres humanos serán salvos.
Porque si bien es cierto que estas experiencias sirven para darle más fuerza a los cuestionamientos hechos por el cristianismo al materialismo naturalista puro y duro de los ateos y agnósticos de hoy que persiste y se resiste a desaparecer, también lo es que acoger sin reservas estas experiencias puede desviar nuestra atención de la Biblia para trasladarla a las experiencias en sí mismas, perdiendo toda capacidad crítica hacia ellas en perjuicio de la singularidad y exclusividad que el evangelio proclama y reclama para sí. De hecho, debemos repetir que las ECM más publicitadas son las que tienen que ver con sentimientos sublimes de gozo y paz indescriptibles, pero poco se habla de las desagradables que involucran elementos claramente perturbadores, que aunque son más bien excepcionales, también están documentadas, si bien el desagrado experimentado puede estar influido y condicionado a su vez por el trasfondo cultural de quien lo está experimentando. Sea como fuere, por éstas y otras razones, lo mejor es tomar estos episodios con beneficio de inventario y seguir fundamentando nuestras convicciones en la revelación bíblica y no en este tipo de experiencias, por tentador que pueda ser en un momento dado, pues, al fin y al cabo:“El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán” (Mateo 24:35)
Es justo reconocer que Burke también advierte sobre la formación de creencias teológicas únicamente sobre la base de las ECM, señalando el riesgo de encontrar relatos “cuestionables” a medida que ganan popularidad. Por eso declara: “No creo que debamos obtener nuestra teología de la otra vida o de Dios únicamente de las experiencias cercanas a la muerte”, añadiendo luego: “Honestamente creo que eso es muy peligroso. Cuanto más populares se vuelven las ECM, más aparecerán otras cuestionables. Aunque esta persona puede haber tenido una experiencia válida y lo que está informando puede ser exacto, regresa e interpreta lo que vio en su propia visión del mundo”, refiriéndose de nuevo al sesgo que imprimen los condicionamientos culturales. No podemos olvidar que el Señor Jesucristo dijo que no son propiamente las ECM ni el testimonio de quienes las experimentan lo que conduce a la fe a las personas, pues: “… ‘Ya tienen a Moisés y a los profetas; que les hagan caso a ellos… ‘Si no les hacen caso a Moisés y a los profetas, tampoco se convencerán aunque alguien se levante de entre los muertos,’»” (Lucas 16:29, 31).
Las ECM pueden brindar un respaldo circunstancial adicional a la revelación de Dios en la Biblia, pues como acertadamente nos lo recuerda Burke: “… Dios no acaba de aparecer en nuestra era de reanimación médica moderna y experiencias cercanas a la muerte; esto es lo mismo que Dios… ha estado revelando a través de los profetas judíos y a través de Jesús y ha dejado evidencia increíble en la historia… Las Escrituras deben ser la clave interpretativa de las experiencias cercanas a la muerte, y no al revés” finalizó. Sea como fuere, los libros de Burke incluyen numerosas experiencias relatadas por personas de diversos orígenes, incluidos profesionales médicos, como cirujanos de columna y anestesiólogos, quienes, ciertamente: “tienen mucho que perder si inventan historias locas… sobre entrar y ver a Jesús”, que es como muchos interpretan su experiencia, lo cual nos muestra la afinidad y concordancia que de cualquier modo existe entre estas experiencias y la concepción bíblica judeocristiana de Dios a la que no cuesta ningún trabajo ajustarla.
En realidad, el relato de quienes regresan de la muerte clínica sí muestra, como mínimo, que este mundo no es todo lo que hay, ratificando las afirmaciones bíblicas explícitas o sobrentendidas sobre este particular. Algo que le brinda un golpe más al materialismo moderno con su creencia en que la materia es lo único que existe y que niega, por lo mismo y de manera consecuente, la existencia del mundo espiritual inmaterial y la creencia ancestral de la humanidad entera en algún tipo de vida después de la muerte, pretendiendo encontrar apoyo en la ciencia para esta creencia. Porque lo cierto es que los estudios científicos metódicos y sistemáticos emprendidos sobre las ECM no podrán nunca explicar en términos estrictamente materialistas las numerosas y crecientes experiencias de personas que, habiendo experimentado muertes clínicas, regresan a la vida por medio de resucitaciones que las ciencias médicas están en condiciones de atestiguar y dejar constancia de ellas.
Y mucho menos para desmentir las narraciones que sus protagonistas hacen luego para describir de manera exaltada vívidas experiencias conscientes y en gran medida coincidentes que habrían tenido lugar cuando se hallaban ya clínicamente muertas, informando incluso con detalle lo que estaba sucediendo alrededor de sus cuerpos sin vida por parte del personal médico que luchaba para traerlos de vuelta a la vida. Por eso, independiente de la mayor o menor correspondencia entre estas experiencias con lo que la Biblia nos revela y lo que la teología cristiana nos informa sobre la vida después de la muerte, lo cierto es que la existencia de la vida después de la muerte se vuelve cada vez más inevitable, junto con la existencia de un mundo espiritual invisible para los ojos físicos, pero tanto a más real que el mundo material, como lo revelan las Escrituras al informarnos que: “Todo esto es una sombra de las cosas que están por venir; la realidad se halla en Cristo…” (Colosenses 2:17).
Imagina al Dios del cielo, el más reciente libro de Burke sobre este tema, cuenta además con el respaldo de uno de los más connotados apologistas de hoy: el periodista Lee Strobel, en las convicciones de Burke compartidas por Strobel y también por el suscrito de que: “Estas experiencias cercanas a la muerte… ofrecen no sólo ideas sobre la vida futura sino también profundas implicaciones para la vida actual de un creyente” y de que: “A medida que aumenta el mal, Dios tiende a aumentar Su testimonio en la Tierra, y creo que está haciendo lo mismo hoy [por lo cual]… Lo que estoy tratando de hacer es mostrar cómo eso se alinea con las Escrituras para convencer a los escépticos pero también para ayudar a los cristianos a ver cómo es Dios realmente”. Debemos aceptar de paso con humildad que Dios y las realidades espirituales son mucho más grandes, misteriosas y complejas de lo que imaginamos, puesto que: “Todos ponemos a Dios en una caja hasta cierto punto porque somos finitos… Y, sin embargo, la verdad es que Dios es mucho más misterioso y glorioso, hermoso, grandioso y soberano, omnipotente y omnisciente de lo que podemos imaginar” como las ECM también están dándolo a entender, “Pero ¿qué significa eso? ¿Y cómo nos afecta hoy?”, preguntas que justifican lo que Burke intenta: “Estoy tratando de mostrar: ‘Esto está en las Escrituras, pero también es lo que estas personas experimentan’”.
Es muy tentador y estimulante adentrarse en los detalles particulares de las ECM y pasar incluso de los aspectos comunes a todas, o a la mayoría de ellas, a los aspectos únicos que pueden también ser fascinantes, tales como la ECM preferida de Strobel cuando sostiene que su caso favorito es el de una mujer llamada María que murió en el hospital, fue revivida y al describir posteriormente su experiencia afirmó que estuvo consciente pero no unida a su cuerpo durante ese tiempo, observando los esfuerzos de reanimación que el personal médico estaba haciendo en su cuerpo. Ella dijo que su espíritu estaba como flotando allí en la habitación del hospital, y luego flotó fuera del hospital antes de que la revivieran regresando a su cuerpo. Entre los detalles más asombrosos de su experiencia se encuentra el siguiente: “Oh, por cierto, hay unas zapatillas de tenis de hombre, de color azul oscuro, en el techo del hospital. Están desgastadas por el dedo pequeño y tiene los cordones metidos por el talón”.
Luego de escuchar este detalle se pudo comprobar, al subir al techo del hospital que, efectivamente, allí se encontraba exactamente lo que ella había descrito. Todo esto motivó a Strobel a escribir un libro más bajo el titulo El Caso del Cielo en línea con todos sus anteriores libros de apologética. Sobre todo, teniendo en cuenta que el mismo Lee Strobel estuvo a punto de morir hace cerca de 10 años y que, dado su talante de apologista, esa experiencia lo puso en el camino para probar más allá de la duda razonable la existencia de la vida después de la muerte, luego de haber saltado a la fama varias décadas atrás como ateo y periodista legal que intentaba refutar el cristianismo. Pero en cambio, encontró a Jesús compartiendo su proceso de fe en el éxito de ventas de 1998 El Caso de Cristo, el primero de sus conocidos libros de apologética.
En uno de los artículos de la revista Evangélico Digital alrededor del tema se nos informa que: “su nuevo documental, ‘El Caso del Cielo’, basado en su libro del mismo título, explora su propio roce con la muerte y la evidencia del más allá. ‘Estaba completamente sorprendido por la evidencia de experiencias cercanas a la muerte’, dijo. ‘Era escéptico al respecto. Pensé que tal vez era solo la falta de oxígeno en el cerebro lo que causa alucinaciones o algo así. Pero lo que descubrí es que ha habido más de 900 estudios académicos sobre experiencias cercanas a la muerte publicados en revistas científicas y revistas médicas en los últimos 50 años. Es un fenómeno muy bien estudiado y The Lancet, que es la más reputada revista médica en Inglaterra, publicó un artículo que analizaba las experiencias cercanas a la muerte y decía que ninguna explicación alternativa podría explicar este fenómeno’”. Todo esto sin mencionar las ECM vividas por ciegos de nacimiento que en el curso de ellas pudieron ver, o las ECM ocurridas a niños que con todo el candor del caso cuentan lo que vieron y coincide de lleno con las experiencias de los adultos que han pasado por lo mismo.
Por último, el carácter cabalmente indescriptible de estas experiencias nos recuerda otra experiencia similar vivida por el apóstol Pablo: “Paso a referirme a las visiones y revelaciones del Señor. Conozco a un seguidor de Cristo que hace catorce años fue llevado al tercer cielo. No sé si en el cuerpo o fuera del cuerpo; Dios lo sabe. Y sé que este hombre ꟷno sé si en el cuerpo o aparte del cuerpo, Dios lo sabeꟷ fue llevado al paraíso y escuchó cosas indecibles que a los humanos no se nos permite expresar” (2 Corintios 12:1-4). Y también nos recuerda que los cambios favorables que se pueden verificar en la vida de la gran mayoría de que quienes han experimentado una ECM, más por la experiencia en sí misma que por la cercanía a la muerte, nos obligan a no desecharlas y a verlas con el ya mencionado beneficio de inventario, utilizándolas sabiamente como uno más de los varios argumentos apologéticos a favor del cristianismo y su declarada creencia en Dios y en la vida después de la muerte, entre otras.
Hijo: revelador y esclarecedor podcast. Para leerlo varias veces y obtener de él el provecho con el que tú lo escribiste para los que lo leemos!!!!