Existe una razón por la que la Biblia, a pesar de ser un libro antiguo cuyas historias se desarrollan en contextos culturales muy diferentes a los de hoy, mantiene no obstante su plena vigencia. Y esa razón consiste en que el corazón humano, al margen de épocas, lugares y circunstancias diferentes, es siempre el mismo, inclinado de suyo hacia el pecado, la desobediencia y la corrupción en general. En este sentido somos muy predecibles, independiente de si damos rienda suelta a estas inclinaciones o les ponemos freno de algún modo. Tanto, que de tener que llevar a cabo juicios destructivos de carácter universal sobre la humanidad cada vez que ésta se desviara de la justicia y la verdad, dando rienda suelta a sus inclinaciones de forma generalizada; Dios hubiera tenido que estar llevando a cabo estos juicios de manera regular y repetida a lo largo de la historia, pues ningún juicio de este estilo hubiera logrado disuadirnos o evitar que nuestra arraigada inclinación al pecado comenzara a manifestarse nuevamente a las primeras de cambio, como lo declara el propio Dios en Génesis 8:21 con ocasión del holocausto ofrecido por Noé y su familia luego del diluvio: “Cuando el Señor percibió el grato aroma, se dijo a sí mismo: «Aunque las intenciones del ser humano son perversas desde su juventud, nunca más volveré a maldecir la tierra por culpa suya. Tampoco volveré a destruir a todos los seres vivientes, como acabo de hacerlo”. Porque el único juicio que logra resolver eficazmente esta tendencia es el sacrificio por nuestros pecados llevado a cabo por Cristo en la cruz del Calvario
Las inclinaciones del corazón
27 octubre, 2020
2 Lectura mínima
“A partir de la Caída el corazón humano se corrompe y se torna predecible, pues lo que domina en él son las malas inclinaciones”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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