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Las cosas por su nombre

“Hay que llamar a las cosas por su nombre, pues los nombres son tan importantes como los seres mismos que llevan estos nombres”.

Llamar a las cosas por su nombre –es decir, al pan, pan y al vino, vino− es una expresión coloquial para indicar que hay que dejarse de rodeos, adornos y vacilaciones y decir la verdad de manera directa, clara y sin ambages siempre que sea necesario. Pero esto requiere, antes que nada, que los nombres de las cosas correspondan con precisión con las cosas que se están designando e identificando con esos nombres. La correspondencia y la relación entre los nombres de las cosas y las cosas por ellos nombradas ha sido uno de los asuntos filosóficos más debatidos a lo largo de la historia del pensamiento. Complejas disciplinas como la filosofía, la lingüistica, la filología, la semántica y la semiótica, entre otras, se han ocupado de un modo u otro de este asunto. No por nada el llamado “problema de los universales” −que son los nombres genéricos con los que designamos las cosas− ocupó buena parte de la reflexión filosófica desde los filósofos clásicos Sócrates, Platón y Aristóteles de la antigüedad hasta el final de la Edad Media. Todo lo cual nos indica que la palabra en general, desde las palabras genéricas hasta las más particulares, incluyendo los nombres propios con los que nos referimos a las cosas, los seres vivos y las personas; no son un asunto trivial sino algo fundamental en la vida humana. Se explica, entonces, que Dios delegara en el hombre esta labor: “Entonces Dios el Señor formó de la tierra toda ave del cielo y todo animal del campo, y se los llevó al hombre para ver qué nombre les pondría. El hombre les puso nombre a todos los seres vivos, y con ese nombre se les conoce” (Génesis 2:19).

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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