Las ciudades de refugio son otra muestra en la ley de que Dios no es de ningún modo severo e inflexible, sino que tiene en cuenta los factores atenuantes, en este caso con quien comete un homicidio, y a quien no se podía aplicar sin más la ley del talión que establece una justicia retributiva estricta y exacta por la cual se debería pagar ojo por ojo, diente por diente y vida por vida y entregar, por tanto, al homicida en manos del vengador de la sangre, por lo general un familiar cercano de la víctima facultado para exigir el castigo inmediato del homicida y llevar a cabo la sentencia de muerte sobre él. Por el contrario, el acceso a cualquiera de estas seis ciudades levíticas distribuidas de manera equidistante a lo largo de todo el territorio de Israel para garantizar la llegada rápida de cualquier homicida a ellas desde cualquier punto del territorio, aseguraban al homicida el derecho al debido proceso ante los jueces para determinar si su crimen había sido intencional y premeditado ꟷcaso en el cual debía y podía ser ejecutado por el vengador de la sangreꟷ o tenía a su favor el atenuante de que había sido accidental, caso en el cual no podía ser ejecutado y debía ser protegido del vengador de la sangre, permaneciendo en esta ciudad en una especie de arresto domiciliario de por vida o indefinido, hasta la muerte del sumo sacerdote en funciones en Israel, pues: “Estas seis ciudades les servirán de refugio a los israelitas y a los extranjeros, sean estos inmigrantes o residentes. Cualquiera que inadvertidamente de muerte a alguien, podrá refugiarse en estas ciudades” (Números 35:15)
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