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La verdad que permanece

“Nuestro anhelo y esperanza no es sólo que la verdad al final prevalezca, sino que permanezca y esté con nosotros para siempre”

La búsqueda de la verdad es, o debería ser, la meta de la vida humana. Con mayor razón considerando que Dios, la verdad final es amor, y que, por lo tanto, el amor es entonces la meta a la que conduce la búsqueda de la verdad. El problema es que hoy pocos quieren estar del lado de la verdad, sino que más bien desean que la verdad esté de su lado. En otras palabras, cada uno reivindica su propia verdad en un contexto cultural enrarecido y dominado por ideologías tales como el pluralismo que, en nombre de la inclusión a toda costa, acepta todas las “verdades” procedan de donde procedan y por mutuamente excluyentes que puedan ser, con el fin de no dejar a nadie por fuera. O el multiculturalismo, una especie de pluralismo que afirma que cada cultura tiene su propia verdad que debe ser respetada. Todo esto al amparo del escepticismo que afirma que no existen a la postre verdades absolutas en las que se pueda confiar y de su habitual acompañante, el relativismo que sostiene que, por lo tanto, toda verdad es relativa y “depende de” muchas variables que harían que lo que aquí y ahora es verdad, en otro lugar y en otro tiempo sea mentira. O finalmente, el subjetivismo, que afirma que existen tantas verdades como personas hay en el mundo pues cada uno posee su propia verdad, por lo que en últimas no se trata de la verdad, sino de mi verdad y de tu verdad, y nada más.Pero a despecho de todo esto y para vergüenza de muchos, al final es la Verdad la que prevalecerá: “a causa de esa verdad que permanece en nosotros y que estará con nosotros para siempre” (2 Juan 1:2)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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