En la Biblia llamar a alguien ignorante no es tan sólo una descripción de su condición en cuanto a no disponer de una información puntual, sino una acusación y censura dirigida contra quienes tendrían el deber de conocer y disponer de esta información para obrar de manera consecuente, pero no han hecho el esfuerzo para obtenerla y tener plena conciencia de ella para todos los efectos pertinentes. Así, pues, la ignorancia en la Biblia −al igual que en el derecho− puede ser a lo sumo y en el mejor de los casos un mero atenuante que reduce en algo nuestra culpabilidad, pero nunca una excusa que nos libra de ella. Con el agravante de que un buen número de quienes la Biblia calificaría como inexpertos e ignorantes y que tendrían, por tanto, la obligación de no seguir en su ignorancia; en vez de proceder de este modo, lo que terminan es haciendo vergonzosa ostentación de su ignorancia al pretender pontificar y dictar cátedra sobre temas que no conocen. Es aquí cuando los inexpertos, en vez de llegar a ser sabios al reconocer con humildad su condición y aplicarse con diligencia a la adquisición de un conocimiento veraz y confiable para ajustar sus vidas a él; se convierten más bien en necios que alardean de su necedad al no mantener su boca cerrada, divulgando todo tipo de tonterías, como le sucedió de forma incidental al patriarca Job al desahogarse y dar rienda suelta a su dolor por medio de una fastidiosa verborrea, como se lo señaló su amigo Eliú: “pero tú, Job, abres la boca y dices tonterías; hablas mucho y no sabes lo que dices.»” (Job 35:16)
La sabiduría de callar
11 marzo, 2021
2 Lectura mínima
“La ignorancia es más censurable cuando se hace alarde de ella, pero se sobrelleva con dignidad si se mantiene la boca cerrada”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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