En la cultura occidental en general y en las iglesias evangélicas en particular, surgidas dentro del bloque occidental de la cristiandad, no se aprecia debidamente, como si se hace en las culturas orientales de tradición oral, el provecho de la repetición. Es cierto que aprender las cosas de memoria para repetirlas como loros no es muy útil si esta repetición no va acompañada por una adecuada comprensión de lo que se está repitiendo. Pero eso no significa que por el hecho de que la repetición no vaya acompañada en muchos casos por la correspondiente comprensión, la repetición sea en sí misma mala. Saber las cosas de memoria y a la letra tampoco es malo si aprovechamos este saber para reflexionar de manera permanente alrededor de él y profundizar cada vez más en la comprensión y convicción que este saber trae aparejadas. Este es un proceso necesario para que el mero conocimiento intelectual se traduzca en su momento en creencias que llegamos a suscribir de manera personal y consciente y éstas, a su vez, se arraiguen como convicciones firmes e inamovibles que generen de forma natural cambios favorables en nuestro comportamiento y en nuestra percepción de las cosas para ajustarlas a la verdad revelada en las Escrituras, como lo ordenó el Señor: “Grábense estas palabras en el corazón y en la mente; átenlas en sus manos como un signo, y llévenlas en su frente como una marca. Enséñenselas a sus hijos y repítanselas cuando estén en su casa y cuando anden por el camino, cuando se acuesten y cuando se levanten” (Deuteronomio 11:18-19)
La provechosa repetición
19 diciembre, 2020
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“La repetición no es mala si se hace de forma consciente y reflexiva de modo que a fuerza de repetirlo terminemos creyéndolo”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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