Max Lucado decía que: “Es sabio mirar al espejo antes de espiar por la ventana”. En relación con esto, el llamado “rey del pop”, el malogrado Michael Jackson, compuso una canción titulada El hombre en el espejo que en el coro dice con gran lucidez: “Estoy comenzando con el hombre en el espejo, le estoy pidiendo que cambie su forma de ser, y ningún mensaje podría ser más claro: Si quieres hacer del mundo un lugar mejor, échate un vistazo a ti mismo y haz el cambio”. Cuando a G. K. Chesterton un diario local le preguntó que, en su opinión, qué era lo que estaba mal con el mundo, respondió escuetamente: “Yo”. En efecto, el hombre en el espejo es el primer asunto con el que debemos tratar a diario, antes de pretender espiar por la ventana. En este propósito, la Biblia es el espejo en el cual debemos mirarnos a diario, como se nos exhorta de este modo: “No se contenten sólo con escuchar la palabra, pues así se engañan ustedes mismos. Llévenla a la práctica. El que escucha la palabra pero no la pone en práctica es como el que se mira el rostro en un espejo y, después de mirarse, se va y se olvida en seguida de cómo es. Pero quien se fija atentamente en la ley perfecta que da libertad, y persevera en ella, no olvidando lo que ha oído sino haciéndolo, recibirá bendición al practicarla” (Santiago 1:22-25). Por eso, nuestro extravío comienza por no miramos en el espejo de la Palabra de Dios, o por hacerlo sin trabajar en mejorar la imagen nuestra que allí se refleja, para conformarla a la imagen ejemplar de Cristo
La persona en el espejo
“La persona en el espejo es el primer asunto con el que tenemos que tratar a diario antes de pretender espiar por la ventana”
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