La polémica actual alrededor de la pena de muerte aplicada por las autoridades luego de que el condenado haya tenido derecho al debido proceso, parece desaprobar veladamente a los países que la siguen aplicando, en especial de la órbita del primer mundo occidental desarrollado en donde Estados Unidos y Japón son tal vez los únicos países que no la han desechado todavía. Pero lo cierto es que en la Biblia la pena de muerte no era expresión de crueldad o brutalidad ni mucho menos, sino de estricta justicia, pues desde el Génesis Dios advirtió que la paga del pecado era la muerte, por lo cual lo que encontramos en la ley es una reducción masiva de los delitos o faltas que ameritaban la muerte, pues solo un porcentaje pequeño de los pecados que el pueblo podía cometer eran castigados con la pena de muerte, entre los que se destaca practicar e inducir a otros a la idolatría: “»Si tu propio hermano, o tu hijo, o tu hija, o tu esposa amada, o tu amigo íntimo, trata de engañarte y en secreto te insinúa: “Vayamos a rendir culto a otros dioses”, dioses que ni tú ni tus padres conocieron, dioses de pueblos cercanos o lejanos que abarcan toda la tierra, no te dejes engañar ni le hagas caso. Tampoco le tengas lástima. No te compadezcas de él ni lo encubras, ni dudes en matarlo. Al contrario, sé tú el primero en alzar la mano para matarlo, y que haga lo mismo todo el pueblo” (Deuteronomio 13:6-9). Así, la pena de muerte puede no ser un castigo propiamente misericordioso ꟷaunque incluso esto puede ser discutibleꟷ, pero no es de ningún modo un castigo excesivo, arbitrario o injusto
La paga del pecado
“La pena de muerte establecida en la Biblia para diferentes infracciones a la ley no es arbitraria, excesiva ni contraria al mandamiento de no matar”
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