Decía el Dr. Alfonso Ropero que: “La iglesia es una aristocracia del espíritu” para indicar que la iglesia está llamada a distinguirse por una elevada calidad humana en todos los frentes de la vida, puesto que, si hemos sido constituidos por Dios, de manera por demás inmerecida, como una élite o nobleza espiritual, esto pone sobre nosotros el deber señalado por el duque francés del siglo XIX, Gastón Pierre Marc, cuando dijo que: “la nobleza obliga”. En efecto, estamos obligados por razón de nuestra privilegiada posición o “rango” espiritual a comportarnos de manera noble y responsable con los demás. No en vano se dice que el mundo llama a los capacitados pero que Dios capacita a los llamados. La iglesia ha recibido mucho de Dios y en la misma medida debe fructificar, dar y responder, como está implícito en las palabras del apóstol Pedro en las que nos señala nuestros privilegios y consecuentes responsabilidades: “… Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido. Queridos hermanos, les ruego como a extranjeros y peregrinos en este mundo, que se aparten de los deseos pecaminosos que combaten contra la vida. Mantengan entre los incrédulos una conducta tan ejemplar que, aunque los acusen de hacer el mal, ellos observen las buenas obras de ustedes y glorifiquen a Dios en el día de la salvación” (1 Pedro 2:5, 9-12)
La nobleza obliga
“Los creyentes hemos entrado a formar parte de una nobleza espiritual que nos obliga a actuar a la altura de nuestra condición”
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