Tertuliano decía que: “Nadie miente para deshonrarse… por donde más fácilmente creemos a quienes confiesan en contra de sí que a los que niegan a favor propio”. En efecto, uno de los argumentos utilizados por Tertuliano en su Apología contra los gentiles a favor del cristianismo, fue el hecho de que los cristianos estuvieran dispuestos a sostener sus convicciones aún a sabiendas del costo que tendrían que pagar por ello: la muerte en la arena del circo. Esta línea de argumentación conserva hoy toda su fuerza y vigencia y constituye una de las evidencias circunstanciales de mayor peso a favor de la confiabilidad de los hechos acerca de Cristo y la consecuente validez de la doctrina cristiana. En otras palabras, de ser el cristianismo una farsa, no se explica entonces el que los apóstoles y los cristianos en general estuvieran dispuestos a morir por una mentira, pues no es propio de la naturaleza humana obrar de este modo. Pero el punto es que el cristiano auténtico, tanto de ayer como de hoy, en aras de la verdad y la integridad, debe estar siempre dispuesto a “confesar aún en contra de sí mismo” y no a “negar a favor propio” o, dicho de otro modo, a sostener la verdad antes que la imagen, conveniencia o beneficio personal: “Porque es digno de elogio que, por sentido de responsabilidad delante de Dios, se soporten las penalidades, aun sufriendo injustamente. Pero ¿cómo pueden ustedes atribuirse mérito alguno si soportan que los maltraten por hacer el mal? En cambio, si sufren por hacer el bien, eso merece elogio delante de Dios… ¡Dichosos si sufren por causa de la justicia!…” (1 Pedro 2:19-20; 3:14)
Es digno de elogio sufrir por la justicia
“Al igual que los apóstoles, el cristiano debe estar dispuesto a decir la verdad aunque lo perjudique que a negarla a su favor”
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