Durante el siglo XIX y buena parte del XX se llegó a pensar que el ateísmo era una conclusión lógica a la que nos conducía el avance de la ciencia de modo tal que el rótulo de “ateo” llegó a verse como una marca de erudición o avanzada intelectualidad en quien así se presentaba. Pero lo cierto es que el ateísmo no tiene nada de evidente, ni desde la perspectiva científica ni la filosófica por igual. Con el agravante de que el ateísmo destruye arbitrariamente creencias universales que son innatas a todos los hombres de todas las culturas, como lo reconoció incidentalmente el ya fallecido pero emblemático ateo Carl Sagan cuando confesó que su escepticismo era algo a lo cual se resistía en lo más íntimo de su ser y que, por esta misma razón, lo profesaba, entonces, de mala gana, puesto que: “Algo dentro de mí se afana por creer en la vida después de la muerte. Y no tiene el más mínimo interés en saber si hay alguna prueba contundente de que exista… Se trata de que los humanos se comportan como humanos… De mala gana recurro a mis reservas de escepticismo”. Todo lo cual nos recuerda que no se nace ateo, sino que se llega a ser ateo y que el ateísmo no es el producto de una avanzada intelectualidad ni mucho menos, sino de la necedad de aquellos que optan por resistirse de manera necia y gratuita a la realidad de Dios que es más que evidente para toda persona desprejuiciada, llevando al salmista a declarar sin lugar a dudas: “Dice el necio en su corazón: «No hay Dios.» Están corrompidos, sus obras son detestables; ¡no hay uno solo que haga lo bueno!” (Salmo 14:1)
La necedad del ateísmo
27 marzo, 2021
2 Lectura mínima
“El ateísmo implica negar y suprimir creencias innatas que son parte de la universal condición humana y como tal es una necedad”
También te puede interesar
Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
Deja tu comentario