¿Verdadera libertad o libertinaje?
La libertad de expresión se encuentra dentro de los logros modernos alcanzados al amparo de la Reforma protestante con su defensa de las libertades de examen, de conciencia y de culto, todas ellas producto de la promoción y establecimiento que el evangelio hace de la auténtica y cabalmente responsable libertad, gracias al conocimiento de la verdad y la liberación que Cristo, el Hijo de Dios, otorga a los suyos según se nos revela en Juan 8:32 y 36 y Gálatas 5:13. Asociada a ella encontramos también la llamada “libertad de prensa” que caracteriza a las democracias como el “cuarto poder” que vigila y fiscaliza el ejercicio correcto del poder por parte de las otras tres ramas conocidas del poder público, a saber: ejecutivo, legislativo y judicial.
Así, pues, la democracia, la división de poderes y todos los derechos y libertades actualmente ejercidas y defendidas por la cultura occidental, que son las que de un modo u otro le han concedido a esta cultura la supremacía y consecuente hegemonía en el mundo moderno, hunden sus raíces en la Biblia, así los llamados “librepensadores” remitan equivocadamente su origen al iluminismo y la ilustración francesa que lo único que hizo fue tomar la noción bíblica de libertad, desligándola de su fuente y pervirtiéndola en el proceso para terminar promoviendo una libertad sin restricciones que no es más que un condenable y destructivo libertinaje.
Denuncia o desafío
En la polémica a favor de la defensa o violación de los derechos humanos, la denuncia de los atentados contra la libertad de expresión y de prensa por parte de regímenes políticos totalitarios y represivos está a la orden del día en los titulares de las noticias, pero estos casos deben balancearse también denunciando a los que abusan de estas libertades de maneras irrespetuosas y ofensivas hacia los demás. Vale la pena al respecto traer a colación la repudiable masacre emprendida en el 2015 por yihadistas musulmanes en contra del personal del semanario satírico francés Charlie Hebdo, pues, sin dejar de condenar firmemente estas acciones violentas, cabe preguntarse si en nombre de la libertad de expresión a la prensa no se le esté yendo la mano o se le estén subiendo los humos a la cabeza y esté cometiendo abusos, ya sea porque, adquiriendo conciencia de su poder e influencia, deja de cumplir su papel de servicio a la comunidad a través de la denuncia y fiscalización sensata, razonable y responsable de los excesos cometidos por los otros poderes, para terminar en su defecto manipulando su propio poder a favor de intereses privados.
O, como podría ser el caso de Charlie Hebdo y la prensa satírica en general, convirtiéndose en un instrumento que, más que informar y denunciar gráficamente y con humor, lo que hace es desafiar y provocar de manera imprudente, gratuita e irresponsable, escudándose altivamente en la libertad de expresión. Ahora bien, no puede negarse que la frontera entre lo que es informe y denuncia legítimos y lo que es ya desafío y provocación imprudente y gratuita es difusa y no puede trazarse con precisión, pues depende en gran medida de la postura del receptor al respecto. Una caricatura de denuncia hacia el terrorismo islámico puede ser justificada para todos quienes nos oponemos a él, pero puede ser ofensiva y peligrosamente provocadora para un yihadista.
Sea como fuere, el punto es que, sin perjuicio del carácter difuso de la frontera entre la denuncia legítima y el desafío y la provocación gratuita, a juzgar por las publicaciones del semanario Charlie Hebdo que motivaron la ira de los yihadistas y que recibieron en su momento, por razones obvias, mucha divulgación a lo largo y ancho del mundo en esos días, este semanario traspasó la frontera entre uno y otro. Por eso vale la pena recordarles a los defensores a ultranza de la libertad de prensa y de expresión otro valor cristiano que restringe o, por lo menos matiza esta libertad y le brinda su necesaria dosis de sensatez, como lo es el respeto por las creencias ajenas.
Verdad, amor y respeto
Los individuos y la prensa deben poder expresarse libremente y denunciar ꟷexhibiendo las pruebas del casoꟷ todo aquello que amerite ser denunciado, pero con respeto, altura y una mínima consideración incluso por quienes piensan y obran de una manera diametralmente diferente y opuesta a nosotros. Y en honor a la verdad, ese no pareció ser el caso del semanario Charlie Hebdo en la coyuntura a la que nos estamos refiriendo, como no suele serlo tampoco el de una gran parte de la prensa amarillista y sensacionalista que caracteriza nuestros tiempos, lo cual no justifica de ningún modo las agresiones en su contra, pero hace comprensible el hecho de que estas agresiones se puedan presentar eventualmente y, si bien deben generar repudio e indignación en todos los casos, no deberían, sin embargo, causar tanto desconcierto y extrañeza cuando se concretan en este tipo de acciones censurables.
En lo personal y a pesar de estar ardientemente en contra de la violencia yihadista y de mantener una postura de respetuosa controversia y debate en contra del islam como religión, que se explica en mi condición de cristiano llamado a hacer una apología razonada y razonable de mi fe opuesta en muchos aspectos a las creencias musulmanas y que muestre, por tanto, la superioridad del cristianismo sobre el islam en su propósito de honrar la verdad y la justicia; tengo que decir que no me causan gracia muchas de las sátiras gráficas burlonas y cínicas dirigidas por muchos de estos caricaturistas en contra del islam, así giren alrededor de asuntos que deben ser legítimamente denunciados y combatidos desde la óptica cristiana. No debemos olvidar que el cristianismo no aboga por la verdad únicamente en lo que tiene que ver con el contenido, sino también y de manera especial con la manera o la actitud con la que damos a conocer esa verdad. Los cristianos debemos vivir la verdad, sí, pero con amor (Efesios 4:5), y esto implica respeto y consideración por los demás y sus creencias, por erradas que puedan ser. Un respeto por completo ausente en la sátira subida de tono de publicaciones como Charlie Hebdo.
Cinismo o prudencia
De hecho la sátira siempre se encuentra en los terrenos fronterizos entre el ingenio y el mal gusto y requiere de quien la ejerce una especial sensibilidad y capacidad para mantenerse en el primero de ellos sin pasar al último. Es por eso que el buen humor muestra su peor cara y apela al aspecto más sombrío y cuestionable de la condición humana a través del cinismo que caracteriza al llamado “humor negro”. Un humor que insensibiliza y endurece a sus cultivadores hacia el dolor y la desgracia ajenas. No por nada alguien decía que el cinismo es la peor manera de decir la verdad, pues lo hace apelando a la ofensa, el escándalo y la irreverencia irrespetuosa hacia todo y hacia todos.
Deberíamos recordar que la Biblia ordena no poner a prueba al Señor nuestro Dios, precepto que, aplicado a este caso, significa que en nombre de la libertad de expresión esgrimida indiscriminadamente por la sociedad occidental en general y los periodistas y caricaturistas satíricos en particular, no estamos autorizados para decir lo que se nos antoje dejando así expuesta la mezquindad de nuestro propio corazón (Lucas 4:45), ni debemos tampoco tentar nuestra suerte de manera imprudente e innecesaria a sabiendas de la existencia de los nefastos sectores fanáticos presentes en mayor o menor grado en todo sistema de pensamiento, ideología o religión, destacándose dentro de éstas el islam en virtud de las ambivalentes enseñanzas al respecto de su fundador, Mahoma.
La sencilla pero profunda y terminante sentencia evangélica conocida popularmente como “la regla de oro” cobra de nuevo toda su vigencia para trazar límites sensatos al ejercicio de nuestras libertades de tal manera que lo hagamos de un modo responsable. Vale la pena, por eso, recordarla textualmente para cerrar este artículo: “Así que en todo traten ustedes a los demás tal y como quieren que ellos los traten a ustedes” (Mateo 7:12).
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