La ley mosaica

En la ley mosaica tradicionalmente se ha distinguido entre la ley moral, la ley civil y la ley ritual o ceremonial. La ley moral está representada en los diez mandamientos y tiene vigencia para todos los pueblos a lo largo de toda la historia humana. La ley ceremonial está constituida por todos los preceptos alrededor del elaborado ritual de sacrificios centrado en el santuario transportable durante el peregrinaje por el desierto y en el posterior templo fijo de Jerusalén, llevado a cabo por los levitas y sacerdotes y el consecuente acceso a Dios por parte del pueblo. Este aspecto de la ley se cumplió de manera perfecta en Cristo, por lo que a partir de Él ya no tiene vigencia para la iglesia. Y la ley civil está formada por todos los preceptos y estatutos que reglamentaban la vida en comunidad del pueblo de Israel en el día a día y, como tal, era en muchos casos una expresión y aplicación particular de los principios generales de la ley moral y de la justicia por ella perseguida en los tratos entre los diferentes miembros de la nación. La ley civil no tiene, pues, aplicación literal a otros pueblos diferentes a Israel ni tampoco a la iglesia, pero los principios de justicia detrás de ella deberían seguir vigentes en las legislaciones de las naciones que se han dejado moldear por el cristianismo, como por ejemplo la orden: “»No le pongas bozal al buey mientras esté trillando” (Deuteronomio 25:4), que Pablo aplica y relaciona con las palabras del Señor en el evangelio: “Pues la Escritura dice: «No pongas bozal al buey mientras esté sacando el grano» y «El trabajador tiene derecho a su salario»” (1 Timoteo 5:18)