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Pero no fue así desde el principio

“Aunque en la ley existían prescripciones específicas en relación con el divorcio, éste nunca ha formado parte de la voluntad de Dios para el hombre”

En el contexto de la “voluntad permisiva” de Dios referida a aquellas prácticas que Él desaprueba y le desagradan, pero que tolera temporalmente por estar muy arraigadas en la cultura del momento, reglamentándolas a la espera de su desmonte gradual por parte de una comunidad más esclarecida al respecto; encontramos el divorcio, autorizado bajo ciertas circunstancias en la ley: “»Si un hombre se casa con una mujer, pero luego deja de quererla por haber encontrado en ella algo indecoroso, solo podrá despedirla si le entrega un certificado de divorcio. Una vez que ella salga de la casa, podrá casarse con otro hombre” (Deuteronomio 24:1-2). Si bien en la ley las causales de divorcio son demasiado ambiguas y, por lo mismo, terminaron dando cabida a una suerte de razones insignificantes que no ameritarían acudir a él, en perjuicio de la mujer por lo general; en el Nuevo Testamento se especifican mejor y se reducen únicamente a dos causales válidas: la infidelidad conyugal o el abandono por parte del cónyuge. Pero cuando especifica la primera de ellas el Señor Jesucristo hizo, sin embargo, la puntualización de que el divorcio nunca ha formado parte de la voluntad buena y perfecta de Dios para el hombre, sino que incluso en el caso de que existan las causales bíblicas, es algo que Él tolera, pero no aprueba: “ꟷMoisés les permitió a ustedes divorciarse de sus esposas por lo obstinados que son ꟷrespondió Jesúsꟷ. Pero no fue así desde el principio. Les digo que, excepto en caso de inmoralidad sexual, el que se divorcia de su esposa y se casa con otra, comete adulterio” (Mateo 19:8-9)

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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