Habiendo ya determinado que las pruebas de la legitimidad de un profeta eran, en su orden, fidelidad a la doctrina, como lo establece Deuteronomio 13:1-4: “Cuando en medio de ti aparezca algún profeta… que predice a través de sueños y anuncie algún prodigio o señal milagrosa, si esa señal o prodigio se cumple… y él te dice: «Vayamos a rendir culto a otros dioses»… no prestes atención a las palabras de ese profeta o soñador. El Señor tu Dios te estará probando…” y el cumplimiento de las cosas anunciadas, como se lee más adelante:“»Tal vez te preguntes: “¿Cómo podré reconocer un mensaje que no provenga del Señor?” Si lo que el profeta proclame en nombre del Señor no se cumple ni se realiza, será señal de que su mensaje no proviene del Señor. Ese profeta habrá hablado con presunción. No le temas” (Deuteronomio 18:21-22), hay que precisar un poco más que aquí se habla del cumplimiento de los mensajes predictivos por parte del profeta en el futuro inminente, mientras que en Deuteronomio 13 se menciona más bien la ocurrencia de señales y prodigios que acompañaban o antecedían el anuncio del mensaje en cuestión, a la manera de los magos del faraón reproduciendo las señales de Moisés. Combinando, pues, ambos pasajes, Karl Friedrich Keil concluye diciendo: “Por medio de este mandamiento se establece el criterio de que la verdadera profecía era aquella que se cumplía, y no las señales y prodigios que los falsos profetas también podrían realizar”, aclarando así cualquier aparente contradicción entre estos dos pasajes bíblicos alusivos al mismo asunto
La legitimidad del profeta
“Es diferente el cumplimiento del mensaje predictivo hecho por un profeta, de los prodigios o señales que acompañan al mensaje y buscan legitimarlo”
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