Débora fue la única mujer que desempeñó las funciones de juez en Israel. Pero lo hizo en equipo con Barac a quien ella convocó de este modo: “Débora mandó llamar a Barac, hijo de Abinoán, que vivía en Cedes de Neftalí y le dijo: ꟷEl Señor, el Dios de Israel, ordena: ‘Ve y reúne en el monte Tabor a diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón. Yo atraeré a Sísara, comandante del ejército de Jabín, con sus carros y sus tropas, hasta el arroyo Quisón. Allí lo entregaré en tus manos’…”. Barac acudió a la convocatoria, pero manifestó sus dudas y reservas y puso una condición para obedecer a ella: “… Barac dijo: ꟷSolo iré si tú me acompañas; de lo contrario, no iré…” a lo que Débora a su vez respondió: “… ꟷ¡Está bien, iré contigo! ꟷdijo Déboraꟷ. Pero, por la manera en que vas a encarar este asunto, la gloria no será tuya, ya que el Señor entregará a Sísara en manos de una mujer. Así que Débora fue con Barac hasta Cedes” (Jueces 4:6-9). Así, pues, si bien Dios le concedió el triunfo sobre los enemigos de Israel como lo había anunciado, Él tuvo que compartir la gloria de la victoria no sólo con Débora, como es más que justo y obvio; sino con otra mujer: Jael, que fue quien tuvo el mérito de ejecutar a Sísara, el comandante del ejército enemigo, en medio del fragor del combate y la persecución emprendida por el ejército de Israel contra los vencidos que huían, despojando de esta gloria militar a Barac y constituyéndose como tal en una circunstancia que opacó un poco el desempeño de Barac en el asunto, como consecuencia de sus dudas, objeciones y condiciones
La gloria no será tuya
“Las vacilaciones y dudas que experimentamos en la práctica de nuestra fe pueden opacar los logros que finalmente alcanzamos a la sombra de ella”
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