La inspirada canción de alabanza que Débora y Barac compusieron y entonaron con ocasión de la derrota del ejército del rey cananeo Jabín y su general Sísara, narró la historia de esta gesta en honor a Dios, Quien les había dado la victoria, y dejó constancia de las tribus de Israel que habían acudido a su convocatoria, como también de las que titubearon y finalmente no lo hicieron: “¿Por qué permaneciste entre los corrales escuchando los silbidos para llamar a los rebaños? En los distritos de Rubén hay grandes titubeos. Galaad habitó más allá del Jordán. Y Dan, ¿por qué se quedó junto a los barcos? Aser se quedó en la costa del mar; permaneció en sus ensenadas” (Jueces 5:16-17). Así, pues, en esta lista negra figura la tribu de Rubén que, a pesar de tener guerreros valientes y resueltos, en esta ocasión deliberó, vaciló y finalmente no acudió. Lo mismo sucedió con los habitantes de Galaad y las tribus de Dan y Aser, por contraste con las tribus de Efraín, Benjamín, Isacar y Neftalí que se mencionan expresamente como contribuyendo con sus guerreros a la victoria. La solidaridad corporativa del pueblo de Israel se estaba viendo, pues, resquebrajada, algo que caracterizó la época caótica de los Jueces, en que cada tribu terminó viendo por sus propios intereses y relegaron los intereses de la nación como un todo, beneficiándose indirectamente de los logros de sus hermanos con actitudes egoístas e indolentes, sin contribuir a ellos y cayendo en un lamentable proceso degenerativo que los llevó en su momento a enfrentamientos fratricidas y a guerras civiles entre las tribus
El tren de la victoria
“Hay quienes se suben al tren de la victoria cuando ya ésta se ha alcanzado, sin haber creído y contribuido a ella desde el principio como deberían”
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