El periodo de los jueces es uno de los más sombríos y vergonzosos de la historia de Israel. No solo narra el pronto abandono por parte del pueblo de los compromisos asumidos durante la época de la siempre difícil y todavía inconclusa conquista de Canaán en vida y bajo el mando de Josué, de manera tal que a la muerte de Josué la siguiente generación olvidó todos estos compromisos. Y como consecuencia de esto cayeron en una suerte de anarquía marcada por un ciclo de altibajos en el que los altos no eran muy altos y los bajos sí eran muy bajos. Las ondulaciones que caracterizan en algún grado y de manera inevitable la vida de fe alcanzan aquí muy marcados contrastes y las cimas ꟷcon “c”ꟷ o los puntos altos, se volvieron cada vez escasos y breves y lo que llegó a dominar este periodo fueron más bien las simas ꟷcon “s”ꟷ o puntos bajos, como lo leemos al comienzo en una descripción que se volverá recurrente durante esta época: “Una vez más los israelitas hicieron lo malo ante los ojos del Señor. Entonces, por causa del mal que hicieron, el Señor le dio poder sobre ellos a Eglón, rey de Moab. Luego de aliarse con los amonitas y los amalecitas, Eglón fue, atacó a Israel… Los israelitas estuvieron sometidos a Eglón, rey de Moab, durante dieciocho años. Los israelitas volvieron a clamar al Señor, y el Señor levantó un libertador: Aod, hijo de Guerá, de la tribu de Benjamín, quien era zurdo…” (Jueces 3:12-15). Por eso debemos trabajar para que las ondulaciones de nuestra fe no sean tan notorias y contrastantes que ameriten la disciplina continua de Dios sobre nuestras vidas
Cimas y simas
“Las ondulaciones son inevitables en la vida cristiana, por lo que debemos procurar que el contraste entre las cimas y las simas no sea tan marcado”
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