En su argumentación a favor del lugar que las buenas obras ocupan en la vida cristiana como confirmación de la fe, Santiago utilizó como ejemplo al propio Abraham, el padre de la fe, que en la Biblia es y ha sido el paradigma de la justificación por la fe sola, en virtud de la declaración que se hace de él en el sentido de que: “Abram creyó al Señor, y el Señor lo reconoció a él como justo” (Génesis 15:6), que es citada por Pablo en defensa de la justificación por la fe al margen de las obras de la ley: “En realidad, si Abraham hubiera sido justificado por las obras, habría tenido de qué jactarse, pero no delante de Dios. Pues ¿qué dice la Escritura? «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia»” (Romanos 4:2-3).Con todo, Santiago nos hace ver también que, sin perjuicio de lo anterior, en Abraham: “… Su fe y sus obras actuaban conjuntamente, y su fe llegó a la perfección por las obras que hizo…” citando enseguida a su favor, para no prestarse a equívocos, el pasaje sobre la prioridad que, de cualquier modo, la fe desempeñó para el patriarca delante de Dios que ya había citado Pablo: “…. Así se cumplió la Escritura que dice: «Le creyó Abraham a Dios, y esto se le tomó en cuenta como justicia»…” (Santiago 2:22-23).No hay pues, entre Pablo y Santiago la contradicción que algunos han creído ver, sino una complementaridad que llevó a este último a declarar con total convicción y confianza lo que todo cristiano debería poder declarar: “… alguien dirá: «Tú tienes fe, y yo tengo obras.» Pues bien, muéstrame tu fe sin las obras, y yo te mostraré la fe por mis obras” (Santiago 2:18)
La fe y las obras actúan conjuntamente
“Las buenas obras siguen a la fe y la establecen sin lugar a duda sin necesidad de mayores argumentos discursivos a su favor”
Deja tu comentario