Durante un tiempo los más escépticos cuestionaron la existencia del rey David debido a que los documentos e inscripciones de la época en el Oriente Medio no lo mencionaban. Pero este escepticismo se derrumbó con dos hallazgos: la inscripción en Tell Dan que contiene la expresión “casa de David” y la “la estela de Mesa” que se refería también a la casa de David, con lo que la existencia histórica de la dinastía de David quedó fuera de discusión echando por tierra el escepticismo al respecto de quienes la habían puesto en tela de juicio. Y ante el cuestionamiento de que no es probable que los reinados de David y Salomón hayan tenido la grandeza que la Biblia les atribuye en medio de poderes tan superiores como los imperios conocidos del antiguo Cercano Oriente, lo cierto es que sus reinados ocurrieron en una coyuntura en la cual hubo un debilitamiento de los tradicionales centros de poder del Cercano Oriente al finalizar el segundo milenio a. C., circunstancia que facilitó su ascenso político y su prevalencia sobre los pueblos vecinos ante la ausencia de grandes poderes imperiales que los pudieran someter, al punto que: “La fama de David creció aún más cuando regresó victorioso del valle de la Sal, donde aniquiló a dieciocho mil edomitas. También puso guarniciones en Edom; las estableció por todo el país, de modo que los edomitas pasaron a ser vasallos tributarios de David. En todas sus campañas el Señor le daba la victoria. David reinó sobre todo Israel, gobernando al pueblo entero con justicia y rectitud” (2 Samuel 8:13-15)
La casa de David
"La existencia de David está establecida y también su dominio en la región para llevar a Israel a su época de mayor esplendor como referente ideal”
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