Una de las consecuencias prácticas adicionales del sacerdocio universal de los creyentes revelado en el Nuevo Testamento, reiterado y afirmado de forma concluyente con estas palabras finales del Apocalipsis: “Y entonaban este nuevo cántico: «Digno eres de recibir el rollo escrito y de romper sus sellos, porque fuiste sacrificado, y con tu sangre compraste para Dios gente de toda raza, lengua, pueblo y nación. De ellos hiciste un reino; los hiciste sacerdotes al servicio de nuestro Dios, y reinarán sobre la tierra.»” (Apocalipsis 5:9-10), es la eliminación de jerarquías artificiales en la iglesia basadas en una dignidad mayor que ostentarían por sí mismos los clérigos por encima de los laicos al margen de su desempeño. Porque si bien es cierto que en la iglesia, como en toda institución social, debe haber instancias de autoridad, éstas no están atadas rígidamente al clero, sino que los laicos pueden llegar a ostentar, en virtud de su servicio a la causa de Dios dentro y fuera de la iglesia, también posiciones de autoridad en la iglesia al mismo nivel que las que los ministros ordenados están llamados a ocupar, condicionadas también a su servicio diligente a la iglesia. Es por eso que Jürgen Moltmann dijera: “Toda la iglesia está dotada espiritual y carismáticamente, no sólo sus ministros”. En efecto, todo creyente ha sido dotado por Dios con dones espirituales para servir a la causa de Dios, al margen de que ostente la condición de laico y no la de clérigo. Y de entre toda la gama de dones en cuestión, únicamente los llamados “dones del ministerio” están, por su misma naturaleza, restringidos a los ministros ordenados
Jerarquías artificiales
“Todos los creyentes somos sacerdotes, por lo que las jerarquías artificiales creadas en la iglesia ya no tienen razón de ser”
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