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Integridad y arrepentimiento

“Si el rey David clamó a Dios alegando su intachable condición personal, es claro que ésta no significa carencia total de pecado”

Una vez más hemos de decir que ser intachable no es en primer lugar, como se entiende popular y equivocadamente, ser impecable de manera absoluta, pues esto último es algo que ningún ser humano diferente de Cristo a lo largo y ancho de la historia puede reclamar para sí mismo. El simple hecho de que el rey David recurriera a Dios argumentando el haber vivido una vida intachable es clara prueba de ello: “Hazme justicia Señor, pues he llevado una vida intachable; ¡en el Señor confío sin titubear!” (Salmo 26:1). Porque para nadie es un secreto, entre otros, el pecado de adulterio cometido por este rey con Betsabé y el de homicidio cometido también por él en la persona de su esposo, Urías el hitita. Así, pues, si David apelaba a Dios con honesta confianza apoyado en su vida intachable, es evidente que esta última no significa ausencia o carencia total de pecado. Recordemos de nuevo que el reconocimiento universal de que “errar es humano” y que “nadie es perfecto” es un reconocimiento de la condición pecaminosa de todos los hombres, con excepción de Cristo. La condición intachable de David y, por extensión, de todo creyente en Cristo significa más bien la disposición inmediata, continua, humilde y sincera al arrepentimiento, la confesión y la corrección que los creyentes debemos manifestar en el momento mismo en que adquirimos conciencia de haber cometido un pecado, por trivial o inofensivo que nos pueda parecer desde la óptica humana, no dándole largas a este ejercicio que nos restaura a la anhelada comunión con Cristo en los mejores términos.

Arturo Rojas

Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.

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