Si Dios no tiene el primer lugar en nuestras vidas, entonces tiene el último, pues Dios no puede ser relegado a lugares secundarios sin que lo ofendamos al hacerlo. Y sucede así también cuando nos relacionamos con Dios en la persona de Cristo rindiéndole nuestra vida a medias y reservándonos para nosotros, de manera deliberada, aspectos de ella en los que seguimos conduciéndonos como queremos y en contravía con su voluntad, sin permitir que Él los ilumine y transforme para bien. Porque con Cristo es todo o nada, es decir que o le rendimos a Él toda nuestra vida sin reservas y sin restringirle el acceso a ningún área o aspecto de nuestro ser, o en realidad no le estamos entregando nada. El resultado de esto es que terminamos suscribiendo una fe tibia, expresamente condenada en las Escrituras en estos gráficos términos: “Por tanto, como no eres ni frío ni caliente, sino tibio, estoy por vomitarte de mi boca” (Apocalipsis 3:16). Por todo lo anterior, si hemos de darle a Dios de manera consciente y voluntaria un lugar en nuestra vida, debe ser el principal, pues Él es tan grande que no puede entrar en nuestros corazones a menos que le abramos de par en par sus puertas, como corresponde a Su gloria: “Eleven, puertas, sus dinteles; levántense, puertas antiguas, que va a entrar el Rey de la gloria. ¿Quién es este Rey de la gloria? El Señor, el fuerte y valiente, el Señor, el valiente guerrero. Eleven, puertas, sus dinteles; levántense, puertas antiguas, que va a entrar el Rey de la gloria. ¿Quién es este Rey de la gloria? Es el Señor Todopoderoso; ¡él es el Rey de la gloria!” (Salmo 24:7-10)
Abriéndole las puertas a Dios
6 abril, 2021
2 Lectura mínima
“Cuando Dios toca a nuestras puertas lo ofendemos más abriéndolas a medias que no abriéndolas de par en par como Él lo merece”
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Sobre el autor
Arturo Rojas
Cristiano por la gracia de Dios, ministro del evangelio por convicción y apologista por vocación. Hice estudios en el Instituto Bíblico Integral de Casa Sobre la Roca y me licencié en teología por la Facultad de Estudios Teológicos y Pastorales de la Iglesia Anglicana y de Logos Christian College. Cursé enseguida una maestría en Divinidades y estudios teológicos en Laud Hall Seminary y, posteriormente, fui honrado con un doctorado honorario por Logos Christian College.
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