La doctrina de la inspiración de la Biblia ha sido incomprendida por muchos, creyentes y no creyentes por igual, incomprensiones que han alimentado los ataques gratuitos que muchos le dirigen. Uno de estos ataques es el que afirma que, puesto que hay un reconocimiento universal en el sentido de que “nadie es perfecto” y de que “errar es humano”, el hecho de que en la Biblia haya una innegable e ineludible participación humana significa que la Biblia debe necesariamente contener errores y no es, por lo tanto, confiable, negándole entonces la eficacia de la inspiración divina que ella afirma de sí misma y que la iglesia, en consecuencia, también le atribuye, que se concreta en la afirmación clásica en el sentido de que la Biblia es infalible y no contiene error. Pero es este tipo de razonamiento el que adolece de errores que dejan sin piso su conclusión. El error consiste en dar a entender que, puesto que errar es humano, entonces el hombre yerra y se equivoca en todo lo que emprende, lo cual es lógicamente insostenible y contrario a la experiencia. Y una de las cosas en que los hombres seleccionados no se equivocaron, fue en el registro inspirado de la Biblia, contando para ello con la salvaguarda de la sutilmente sobrenatural pero siempre eficaz dirección divina, como se afirma de David: “Estas son las últimas palabras de David: «Mensaje de David, hijo de Isaí, dulce cantor de Israel; hombre exaltado por el Altísimo y ungido por el Dios de Jacob. »El Espíritu del Señor habló por medio de mí; puso sus palabras en mi lengua” (2 Samuel 23:1-2)
Infalible y sin error
"Los autores humanos de la Biblia, a pesar de su carácter imperfecto, fueron inspirados por Dios para registrar sin error su revelación a los hombres”
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