Imploró al Señor y Él escuchó su súplica

El rey Manasés es un personaje paradigmático, pues a pesar de ser considerado unánimemente como el peor de todos los reyes, tanto de Judá como de Israel, es también un modelo de arrepentimiento y regreso sincero a Dios: “Manasés descarrió a los habitantes de Judá y de Jerusalén, de modo que se condujeron peor que las naciones que el Señor destruyó delante de ellos. El Señor habló a Manasés y a su pueblo, pero no le hicieron caso. Por eso el Señor envió contra ellos a los comandantes del ejército del rey de Asiria, los cuales capturaron a Manasés y lo llevaron a Babilonia sujeto con garfios y cadenas de bronce. Estando en tal aflicción, imploró al Señor, Dios de sus antepasados, y se humilló profundamente ante él. Oró al Señor, y él escuchó sus súplicas y le permitió regresar a Jerusalén y volver a reinar. Así Manasés reconoció que solo el Señor es Dios” (2 Crónicas 33:9-13). Esta información matiza drásticamente el unánime señalamiento que se le hace como el peor de todos los reyes de Israel y de Judá combinados. Un poco más adelante se dice incluso: “Los demás acontecimientos del reinado de Manasés, incluso su oración a Dios y las palabras de los profetas que le hablaban en nombre del Señor, Dios de Israel, están escritos en las crónicas de los reyes de Israel” (2 Crónicas 33:18). Su oración, aunque no se encuentra en la Biblia, existe como una obra apócrifa que no deja de ser conmovedora y teológicamente correcta, ratificando el modelo neotestamentario de quienes se convierten a Cristo y rompen con su pasado por sórdido que pueda haber sido