El candelabro de siete brazos o la menorá es, junto con la estrella de David, un símbolo del judaísmo. Como tal la menorá y su función iluminadora fue ordenada por Dios como uno de los objetos imprescindibles del mobiliario del santuario: “Así lo hizo Aarón. Instaló las lámparas de modo que alumbraran hacia la parte delantera del candelabro, tal como el Señor se lo había ordenado a Moisés” (Números 8:3). Así, pues, la menorá simboliza la iluminación que Dios brinda a su pueblo en particular y a la especie humana en general. Porque, en el pensamiento judío, la menorá simboliza la iluminación universal que se manifiesta en todas las ramas del conocimiento humano, representadas por los seis brazos laterales del candelabro, que procede en último término de Dios, su brazo central. Ahora bien, la iluminación que Dios otorga a todo el género humano sin excepción contrasta y se distingue de todos modos de la que brinda a su pueblo en particular. La primera es un producto de la iluminación del Logos, la segunda persona de la Trinidad divina: la Razón, la Lógica, la Palabra, el Verbo que otorga y de Quien proceden las luces intelectuales por las que somos capaces de razonar, de tener conciencia del bien y el mal en lo que conocemos como moralidad, y de desarrollar la ciencia y la cultura. Y la segunda es un producto de la iluminación del Espíritu, la tercera persona de la Trinidad divina, que faculta a los creyentes en particular para comprender la revelación de Dios en la Biblia y en el evangelio, aceptándola, acogiéndola y sometiéndose dócilmente a ella
Iluminación de lo alto
“El candelabro de siete brazos nos recuerda la necesidad de la luz que Dios nos brinda a través de Su Espíritu mediante la revelación en Su Palabra”
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